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CAPITULO IV

VALOR PRÁCTICO DEL HIPNOTISMO

i, ateniéndome a todo esto, no puedo conceder al hipnotismo el valor extraordinario que sus admiradores le reconocen en psicología, creo en cambio que posee desde otro punto de vista, hablo de la medicina, un valor que no se debería desconocer. Cualquiera que haya leído la descripción detallada y que tiene perfectamente el carácter de un objetivismo razonado, del director actual de la escuela de Nancy, Bernheim, a la cual se ligan señaladamente los resultados obtenidos por Forel, en Zurich, y por Wetestrand, en Estokolmo; el que la haya leído, digo, no podrá substraerse a la idea de que aquí se trata, en realidad, de la adquisición de un método terapéutico de una importancia extraordinaria. Este método proporcionará tantos más servicios cuanto mejor se combine con una medicación racional por otra parte, y se desembarace de las nubes del antiguo mermerismo que aun se notan aquí y acullá, como Bernheim lo supo hacer mejor que nadie. La terapéutica sugestiva, por la misma naturaleza de la cosa, está limitada, en su parte esencial, a las perturbaciones funcionales; pero esto no le quita nada de su valor y deja suficiente campo a su aplicación, cuando se piensa en el número de existencias que están atormentadas por enfermedades graves de las funciones nerviosas. Además, los efectos secretores y vasomotores de la sugestión permiten siempre obrar sobre las funciones nutritivas, y las consecuencias de esta acción se extienden más allá del dominio de los efectos funcionales inmediatos.

Cuanto más valor le reconozco a la terapéutica sugestiva y mayor extensión le deseo para el bien de la humanidad doliente, más temor también siento de que, el celo excesivo de los aficionados a la hipnotización y de aquéllos que admiran de lejos el hipnotismo, dificulten su extensión a los diferentes círculos de la medicina; pues esos hombres creen haber encontrado en la sugestión, no tan sólo un remedio contra todas las enfermedades morales de que sufrimos, si no también la gran palanca del progreso de la civilización, destinada a elevar a la humanidad a un estado desconocido hasta ahora. Piden que se la introduzca antes que todo en la educación y la ¡atracción. Según los dichos de los pedagogos del hipnotismo, para hacer de sus hijos hombres de una excelente moralidad, se reclamará desde ahora al hipnotizador. Este sugerirá al niño, que sea, en lo sucesivo, bueno y obediente, hasta que la cualidad deseada se haya fijado suficientemente en su carácter. En caso de recaída, se reanudará la cura sugestiva. Más aun, no es imposible que, con paciencia bastante, no se perfeccionen por sugestión las facultades intelectuales. En todos los casos, se deja entrever que por esta via los métodos serán notablemente facilitados y simplificados. El primer conocimiento que se exigirá en los siglos venideros, del candidato al profesorado, será el de la hipnotización.

Pero esta aplicación de la sugestión a la educación de la juventud no nos da todavía más que una ligera idea de los grandes problemas que resolverá en el dominio de la cultura intelectual del porvenir. Los . tribunales tendrán un aspecto absolutamente nuevo. El culpable no abandonará la cárcel sin haberse enmendado, como ahora ocurre; sino que, a consecuencia de la sugestión, saldrá completamente saturado de moral, hasta el punto que en el siglo XX se podrá ir, preferentemente, en busca de domésticos a las cárceles. Pues para ese tiempo, los guardianes de las cárceles necesitarán, ellos a su vez, antes de desempeñar el cargo, someterse a un examen que permitirá averiguar sus conocimientos sobre hipnotización. Su ocupación principal consistirá en quitar primeramente, por sugestión, a todo culpable las malas inclinaciones que le valieron el castigo, y una vez obtenido ese resultado, sugerirle un modo de existencia virtuoso. La pena se encontrará de este modo restringida en proporciones enormes; pues como lo aseguran, "un encarcelamiento de una hora, corroborado por una feliz sugestión, responderá acaso mejor a los fines de la justicia que un encarcelamiento de por vida sin sugestión". No será tan sólo la misión del guardián, sino también la del juez la que se modificará. ¿ Quién querrá exponerse a los peligros del falso testimonio, cuando se sabe que un hipnótico contesta sin rodeos a la pregunta que se le hace? Pues bien, no hay más que hipnotizar a diestro y siniestro, primeramente al acusado, después a los testigos, y, si es preciso, a los jurados, puesto que en el estado de clarividencia, se emiten, sin duda, opiniones más juiciosas que en el estado de conciencia ordinaria (1).

En verdad, no se puede evitar en absoluto pensar, que los malhechores también se ocuparán de hipnotismo y que harán realizar delitos a los sonámbulos, o que podrán, por medio de la sugestión, transformar a inocentes en culpables presuntos. Pero se nos tranquiliza. "Si esta lucha entre los culpables y la justicia recuerda la de la coraza con el cañón, las más grandes probabilidades sin embargo se encontrarán en favor de la justicia, porque ésta tiene a su disposición todos los recursos de la psicología transcendental", cuando esos recursos no existen para el culpable que hipnotiza sin método, en el estado fragmentario (2).

Pero todo esto no es más que una pequeña parte de la tarea "del hipnotismo al servicio del Estado y de la humanidad". Sólo señalaré ligeramente su papel en el arte. Se declara admisible que los trabajos artísticos "desde la destreza del acróbata hasta las producciones menos materiales del trabajo del artista" son posibles durante el estado de hipnosis profunda. Aun más, las más nobles producciones del arte creador se han debido siempre, según lo que dicen las autoridades en hipnotismo, al sonambulismo espontáneo, bajo la influencia de una autosugestión. ¿Qué no estaríamos con derecho a esperar del arte, el día en que el hipnotismo fuese aplicado con un fin artístico, de un modo no ya excepcional y accidental, sino continua e intencional? En la historia de la civilización, el hipnotismo tiene, bajo dos conceptos diferentes, un alcance inmenso: por una parte, como resulta claramente de lo que precede, operará una revolución total en nuestra cultura intelectual y moral; por otra parte, lanzando de pronto la mayor claridad sobre los sucesos históricos, dudosos u obscuros basta aquí, hará de la magia y de la brujería, consideradas primeramente como errores de la superstición, hechos reales e importantes que con el nombre de "sugestión mental", se encontrarán contadas entre las influencias directas ejercidas por un espíritu sobre otro. Las leyendas y los mismos cuentos, que una crítica racional había expulsado de la historia, serán elevados a la altura de hechos dignos de fe. Cuando, por ejemplo, en los cuentos de la Bella durmiente del bosque, los habitantes del castillo caen, en una posición, tomada en un sueño de que les despierta el hijo del rey, se nos dice que el hecho "encuentra una explicación nueva, por una parte, en las posiciones catalépticas de ciertos soldados caídos en el campo de batalla, por otra parte, en el fenómeno de la doble conciencia". En fin las causas de los sucesos históricos se colocarán simplemente, en lo porvenir, bajo el rótulo de sugestión, y los historiadores tendrán en adelante por principal deber el de determinar como se han producido las sugestiones de las masas, a las cuales se han de achacar los acontecimientos históricos más importantes.

Pero según esos apóstoles, todas esas ventajas temporales del hipnotismo serán por último excedidas por las ventajas religiosas. Se considera como establecido que la existencia de la sugestión mental prueba la inmortalidad, que las revelaciones de todas las religiones reposan igualmente sobre la sugestión hipnótica, que en fin la historia entera de la religión es, de cierto modo, una especie de relato prehistórico del hipnotismo. Entre "el don de lenguas" de que los apóstoles dieron prueba el día de Pentecostés, y el caso en que alguien, a consecuencia de una sugestión, vuelva a hablar una lengua olvidada, no hay, en efecto, más que una ligera diferencia, y como la sugestión mental puede hasta, en ocasiones determinadas, insuflar "una ciencia y un poder nuevos" al hipnótico, no hay ninguna diferencia en suma entre los dos casos. "Si, además notamos como, en el hipnótico, una cosa que sólo le pertenece a titulo de palabra y de pensamiento, se expresa materialmente, por ejemplo en un estigma, bien podemos formarnos la idea de que en otras circunstancias una palabra o un pensamiento, un verbo (Logos) puede materializarse, puede hacerse carne." Así, puesto que nos es preciso considerar la creación entera como una realización de los pensamientos de Dios, también la creación, ella misma, caerá finalmente bajo la noción de sugestión. ¡ Pues tocias las sugestiones son "realizaciones de ideas!"

No se supondrá, indudablemente, que invento todas esas cosas. Se encuentran en parte textualmente, en parte, por lo menos según el sentido, en los escritos "de los psicólogos de la sugestión", en las obras que tratan de este asunto con la apariencia y el aparato exterior de una exposición científica seria, en libros escritos para los psicólogos y los que quieren serlo.

Es inútil detenernos más en esos fantasmas de una ciencia que se ha convertido en locura. En cambio no me parece superfino conceder todavía algunos instantes de atención al reverso de esta medalla caprichosa de lo porvenir, Si la hipnotización v la sugestión asi como lo piden los apóstoles del evangelio del hipnotismo, se convierten desde ahora en el arte libremente ejercitado por toda persona que siente inclinación o vocación; si, desde ahora, como lo desean los votos de que ya he hecho mención al principio de este trabajo, son puestas en práctica metódicamente, en ciertas sociedades de aficionados, para el llamado progreso de la psicología, una empresa semejante, aunque sólo fuese bosquejada ¿no ofrecería un peligro real que el tiempo no haría más que agravar?

Desde que Liegeois ha demostrado con sus experiencias que era posible sugerir un delito a una persona, delito que esta cometía ya sea en el estado de sonambulismo, ya sea en virtud de los efectos posthipnóticos, sin darse cuenta del motivo real que le hacía obrar, desde que ha demostrado que la sugestión podía igualmente conducir a una persona a declararse culpable de un delito, sin que lo fuese en realidad, los médicos y los juristas se han ocupado mucho de la hipnosis desde el punto de vista del derecho penal y del derecho civil. Tampoco han faltado proposiciones o edictos, como en Bélgica, sobre medidas de precaución legales contra la sugestión. No es dudoso que se pueda, en ciertas ocasiones hacer desempeñar un papel a la hipnosis en determinadas cuestiones de la justicia criminal y de la justicia civil, cuando se trata de formar un juicio sobre la naturaleza real de un hecho, por ejemplo de un crimen, o cuando se está en el caso de preguntarse si una persona ha realizado un acto en plena libertad o bajo la influencia de una práctica ilegal. Lo que lo demuestra superabundantemente, no son tan sólo las experiencias hechas intencionalmente en este punto con hipnóticos, sino también las experiencias que precedieron de mucho tiempo al estudio oficial de las cuestiones de hipnotismo. Sin embargo, me parece que a este respecto, los peligros con que nos amenaza el hipnotismo son del número de aquellos que no necesitan ser combatidos por medio de una ley especial, y contra los cuales las leyes existentes, si se las aplica razonable y prudentemente, ofrecen una protección suficiente. Es preciso, además, que el juez de instrucción y el juez propiamente dicho, conozcan los fenómenos engendrados por la hipnosis y la sugestión, a fin de que se hallen en estado de distinguirlos de otros fenómenos y de darse cuenta eventualmente si no se trata de una simulación, siempre posible aquí. En una palabra. les será necesario unir al juicio formado sobre la naturaleza de un hecho, todas las circunstancias que pueden engendrar los estados hipnóticos.

A esta parte jurídica de la cuestión se une no obstante el punto de vista ético que, también, exige una vigilancia pública y, en ciertas circunstancias, una protección pública. La hipnosis es un estado en que el libre albedrío se encuentra abolido y en el que la voluntad personal se convierte en el instrumento dócil de una voluntad extraña. Desde luego se concibe que un perjuicio de tal gravedad, llevado a lo que constituye la esencia propia de la persona lidad, aun siendo pasajero y no dejando tras sí consecuencias fastidiosas, no podría estar autorizado en sí y por sí, y que sólo está justificado allí donde deba servir como medio para la obtención de un resultado importante. Los defensores más calurosos del hipnotismo reconocen que en algunos casos este remedio no podría ser aplicado contra la voluntad del hipnótico. Pero, con más frecuencia domina la opinión de que las cosas cambian de aspecto desde que el interesado da su consentimiento. Todo el mundo, se dice, puede hacerse hipnotizar, por poco que el fin con que se hace no sea ilícito. Así pues, en el caso, sobre todo, en que alguien consiente en dejarse hipnotizar por amor a la ciencia, la cosa no importa absolutamente a nadie más que al sujeto.

Mas aunque la hipnotización fuese un procedimiento del que en ninguna circunstancia se pudiesen temer consecuencias molestas, no subscribiría yo esa opinión. Abstracción hecha de los casos que reconoce positivamente la ley, y en los que se trata de la existencia del individuo o de la comunidad, nadie en opinión mía, es bastante dueño de su persona para poderse poner, sin condiciones, bajo la autoridad de otro y de mudo tal que no le sea posible sacudir por su propio albedrio en cualquier instante, el yugo voluntariamente aceptado. La legislación actual no tolera la esclavitud; no la admite siquiera, y con razón, aun en el caso en que alguien se declara dispuesto a hacerse por su voluntad esclavo de otro. Sin duda, la dependencia en la cual el hipnótico se encuentra con respecto del hipnotizador no es más que una esclavitud temporal; pero mientras exista, constituye una esclavitud con circunstancias agravantes, por que quita al esclavo, no . sólo el derecho a obrar, sino también la posibilidad de obrar por su propia voluntad. De todas las relaciones que puedan ligar al hombre con el hombre, esta es la más inmoral, pues hace de uno la máquina del otro. Y no es únicamente cuando el hombre convertido en máquina sirve para fines inmorales, sino que esa relación como tal e independientemente de la manera como se la utiliza, es inmoral. Pues las cosas no cambian, porque sea esa relación libre o forzada en su origen.

Lo mismo sería, aun cuando se demostrase que la hipnosis no trae consigo, en toda ocasión, ninguna consecuencia desagradable ya sea para la salud, ya sea para el estado psíquico de la persona hipnotizada; y no tan sólo semejante demostración no se ha hecho, sino que por el contrario, él peligro de las hipnotizaciones repetidas debe parecer patente a cualquiera que compruebe, sin prejuicios, los hechos expuestos, y esto a pesar de las protestas de los hipnotizadores cualesquieras que no tienen voto en el capitulo, y de muchos médicos que aplican el hipnotismo. Estos últimos pretenden no haber observado, tanto de un modo general, como cuando se toman las precauciones necesarias, un efecto capaz de perjudicar a la salud. Sin embargo, todos los observadores están de acuerdo en reconocer dos síntomas, de los cuales el primero tiene una influencia física perjudicial, y esto en un grado elevado, y el segundo, seguramente tiene una influencia física peligrosa.

El primer síntoma consiste en que la repetición de las hipnotizaciones facilita y acentúa las influencias. Es cosa sabida que sólo muy rara vez se consigue, en la primera sesión, llegar a los grados sonambúlicos superiores de la hipnosis; pero también es raro que después de ensayos frecuentemente repetidos no se consiga, hasta el punto que, una persona poco impresionable al principio se transforma en muy impresionable. Se sabe igualmente que el tiempo y el trabajo en conducir a alguien al sueño hipnótico disminuye cada vez más. En sus enfermeros habituados a las hipnotizaciones, Forel provoca ordinariamente en pocos instantes, con una simple orden de que duerman, acompañada de la fijeza de la mirada, el letargo y el sonambulismo. Ningún fisiólogo negará que se revela, en esos resultados del ejercicio, una disminución cada vez mayor de la fuerza de resistencia del sistema nervioso central con respecto a las influencias externas, y que esta disminución no puede operarse sin introducir modificaciones permanentes en las propiedades funcionales de ese sistema. Pero la separación producida así entre la resistencia normal y la resistencia anormal constituye, sin duda alguna, un estado enfermizo, por las mismas razones que lo es el sonambulismo espontáneo. La cuestión de saber hasta qué punto la fuerza de resistencia del cerebro, disminuído en estas proporciones, deja huellas en sus facultades activas, ha quedado sin respuesta hasta hoy. Y no es tan sólo la posibilidad general, sino hasta la probabilidad de esas modificaciones lo que hay que admitir, en virtud del principio general que dice que todo apartamiento del estado fisiológico normal de un órgano encierra en sí una disposición a otras perturbaciones. Del mismo modo que la narcosis provocada una vez por la morfina puede desaparecer sin dejar rastro comprobable, se sabe también que el uso repetido de la morfina deja detrás de sí, sin duda, una modificación patológica; de igual manera estamos autorizados a temer por parte de la hipnosis consecuencias análogas, sea o no en grado diferente y por otra vía. Decir que, durante la hipnosis, se trata de una acción no substancial sino funcional ejercida sobre el sistema nervioso, no constituye una objeción. Pues los hechos fisiológicos y patológicos prueban igualmente que los efectos puramente funcionales pueden dar origen a modificaciones substanciales constantes.

Asi como la facilidad con que un individuo hace cada vez más hipnotizable indica una o cuencia físíca, así también un segundo síntoma, decir la sugestibilidad, en el estado de vigilia, que traen consigo las hipnotizaciones frecuentes, indica una consecuencia psíquica. Se ha comprobado con frecuencia que las personas frecuentemente hipnotizadas y puestas en estado de sonambulismo, se hacen en alto grado capaces de experimentar la sugestión. Estas personas como dice Bernheim "realizan todas las ideas que se les sugiere, todas las imágenes sensoriales que se despierta en ellas; una simple invitación las transforma en alucinadas". Las "alucinaciones retroactivas" es decir, las ilusiones del recuerdo son sobre todo las que se puede engendrar fácilmente, en semejante caso, en el estado de vigilia. Las observaciones que nos ofrece Bernheim a este respecto son instructivas en alto grado. Me contentaré con citar un ejemplo. Bernheim hace una sugestión a una persona, hipnotizada con frecuencia, de su clínica; sin haberla dormido de antemano, le sugiere que un médico, presente se ha cruzado con ella en el camino el día anterior, le ha dado algunos bastonazos y le ha robado el dinero del bolsillo. En seguida el enfermo repite el relato, con la convicción de que las cosas han ocurrido así, y sostiene lo que dice contra toda negación. Bernheim se vuelve entonces hacia tres ninos que se hallan presentes a esta conversación y a los que ya ha hipnotizado con frecuencia, y les sugiere que el paciente les ha hecho por la mañana el mismo relato. Los niños lo afirman totalmente y añaden hasta la descripción de las circunstancias en las que ha ocurrido el hecho, hallándose dispuestos, si es necesario, a confirmarlo bajo juramento. Al día siguiente todavía, después de su salida de la clínica, el paciente afirma, cuando se le ruega que conteste en conciencia y se le llama la atención sobre la absoluta inverosimilitud de la historia, que ésta es real y que recuerda perfectamente los diferentes detalles.

No comprendo cómo en presencia de semejantes experiencias se pueda considerar a la hipnotización como un procedimiento inofensivo. Es absolutamente claro que la resistencia moral de las personas se encuentra aquí considerablemente disminuida. Se las conduce con la mayor facilidad a considerar como vividos hechos contra los cuales protestarían seguramente en estado de sana conciencia; se las impulsa con igual facilidad a realizar actos que consideran como justificados y necesarios, y contra los cuales su sentido moral, en el estado de libertad normal, se rebelaría con indignación. Aunque se probase que la hipnotización repetida no trae ninguna consecuencia desagradable, no por eso la lesión moral sería menos posible en las personas hipnotizadas. Creo además, que no hay fisiólogo ni psicólogo que se imagine en la actualidad que una modificación moral de ese género pueda manifestarse, en semejante caso, sin producir las modificaciones correspondientes en la actividad normal del cerebro.

No concluyo que haya de renunciarse al hipnotismo siempre y en toda ocasión. Pero creo que su aplicación está sometida, en todos los casos, a una condición indispensable que es ésta: es preciso que se puedan alejar todas las perturbaciones enfermizas; el alejamiento de las circunstancias peligrosas es de un interés vital. La hipnosis y la sugestión reunen en ellas, como muchos otros remedios, propiedades del remedio y una acción funesta. Aunque el uso habitual sea muy peligroso para la salud, la morfina y el arsénico no dejan de ser remedios. Lo mismo sucede con la hipnosis (3). Unicamente el médico se halla en estado de dar las indicaciones que necesita su empleo y de dictar al misino tiempo las precauciones que hayan de tomarse para evitar, en lo posible, las consecuencias desagradables. La práctica del hipnotismo por los aficionados sin instrucción médica y con un fin llamado científico, tal como en nuestros días la preconizan pretendidos psicólogos, y tal como ocurre con frecuencia, me parece constituir un exceso grosero, que desde el punto de vista de la policía sanitaria y de la policía de las costumbres, no se debía tolerar.

Para escapar a las objeciones opuestas contra la práctica del hipnotismo por gentes incompetentes, se ha pedido a veces que se permitiera a los psicólogos, no familiarizados con los conocimientos médicos, proceder a las experiencias hipnóticas en compañía de un médico. Pero como los estados de sonambulismo profundo, provocados por la hipnosis repetida, son los únicos que tienen algún interés para el psicólogo, se evitarían sin duda, en cada hipnotización, los accidentes directos y desagradables, pero de ningún modo las consecuencias perjudiciales que deja tras si el hábito de la hipnosis, y que se manifiestan en la disminución de la resistencia nerviosa y moral. Que esas consecuencias se declaren en presencia o ausencia del médico, viene a ser indiferente. Aproximadamente se podría reclamar, aduciendo idénticas razones, la libertad, para los psicólogos aficionados, de establecer, bajo la inspección de la medicina, un hospicio de alienados destinado a sus experiencias científicas. ¿No es interesante, con efecto, para la psicología observar locos, personas atacadas de enfermedades de los nervios o del cerebro? En verdad, sería siempre preferible que fuese un médico versado en psicología el que se ocupara de esta parte de la observación psicológica. Nadie reprochará nunca al psicólogo el que quiera convencerse, por una observación personal, de los fenómenos que le interesan; pero que visite en ese caso las clínicas de alienados y los hospitales. Mientras se conforme al reglamento que tiene por fin supremo la curación del enfermo, se le recibirá como un huésped. Además, el enfermo no es tampoco para el psicólogo un objeto de experiencia, como no es para el fisiólogo un objeto de vivisección. Afortunadamente no estriba en eso la salvación de la psicología. La psicología encuentra en el análisis de los fenómenos de la conciencia normal una materia tan amplia, tiene además medios de experimentación tan diversos, medios cuyo empleo no la conduce al terreno extraño para ella d medicina práctica, ni la pone en el peligro de tener quebraderos de cabeza con la policía sanitaria y la policía de las costumbres, que puede decentemente remitirse, para la observación de la hipnosis, a los derecho-habientes, a los médicos que se sirven de ella con un fin curativo.

En verdad, como lo demuestra suficientemente la historia del movimiento hipnótico en psicología, no es tan sólo un interés científico el que ha hecho reclamar la práctica libre de las experiencias hipnóticas, sino la tendencia al ocultismo, que constituyendo ya una parte importante de las corrientes intelectuales de nuestra epoca, se ha apoderado también, por razones fáciles de comprender, de algunos filósofos y de algunos psicólogos. Ahora bien, justo es que la filosofía conserve las huellas, no simplemente de los progresos científicos de su época, sino también de sus errores y de sus extravíos. Así como se mira al hipnotismo como "el vestíbulo de los misterios más profundos" del ocultismo, así muchos representantes de la psicología del hipnotismo consideran a la sugestión como el medio de llegar, con ayuda de las acciones a distancia, de la clarividencia y de la materialización del espíritu, a establecer una psicología mística. Aun al tratarse de los representantes moderados del hipnotismo que no admiten esas locuras supersticiosas, se pueden reconoces, por ciertas manifestaciones, ligeras huellas de esas corrientes ocultistas; se comprueba primeramente en el valor exagerado y fuera de proporción con los resultados reales que reconocen a la psicología del hipnotismo, frecuentemente también en la tendencia que tiene a hacer hipótesis fantásticas, que consideradas más de cerca, se revelan como repeticiones rudimentarias de ideas supersticiosas, a la vez conocidas y umversalmente extendidas.

Consideradas desde el pinto de vista de la historia de la civilización, las ciencias ocultas son de un gran interés, y creo que sería una parte atractiva de la psicología popular esta investigación del ocultismo en sus diferentes formas y las fases múltiples de su evolución. Pero así como no nos asiste el derecho de esperar del médico, que estudia con un interés absolutamente científico los síntomas de la enfermedad en el paciente que desee la agravación de esos síntomas, tampoco podemos partir de ese amor a la historia, para ampliar los resultados y apresurar el paso de la ciencia moderna en esa vía absolutamente patológica.

FIN



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Title: Book Title : HIPNOTISMO Y SUGESTION - W.WUNDT

Este livre es parte de un projecto scientifico de descubrimiento de l'hipnotismo.

Nosotros somos tambien los diffusores del "Mesmerismus®", una disciplina que tiene un doble fin:  el primero es el de desarrollar una de las cualidades  más importantes y deseables que existen en el mundo: el " magnetismo personal.
El segundo es permitir un verdadero crecimiento interior, mediante un camino que  lleva a descubrir vida y energía al interior de nosotros mismos.
Se trata de ejercicios que constituyen un vestigio de una ciencia milenaria y convalidados por nuestra experiencia.

Nuestra escuela  ha llevado a cabo investigaciones extensas y profundas sobre el tema.
Se trata de técnicas muy simples pero de increible poder.
Abundan muchas obras sobre el magnetismo personal, pero ninguna de estas captura la esencia del  fenomeno: cada una  describe una parte.

Breve mirada a la historia del  magnetismo y del  Mesmerismus®

En la misma historia de la humanidad es evidente que existe una fuerza que se puede manifestar y a través de la cual el hombre puede desarrollar un poder.
El concepto de encanto que se manifiesta a través de la mirada es con certeza el origen del mito de la Medusa de los antiguos griegos, el ser mitológico en capacidad de petrificar a quien  lo observaba.

También en esas epocas lejanas, el historiador  Plinio, en el  7° libro Naturalis Historiae relata como en el África, en Escitia y en  en Iliria existían familias que seducían los ojos de quienes las miraban, lo que en aquellos tiempos se pensaba que se debía  a una naturaleza maligna o a cualquier otra causa más oculta.

También los romanos cuentan sobre fenomenos magnéticos: no atribuidos a otra cosa que al  poder del magnetismo, que ejerce un individuo sobre otro, debemos mencionar el caso de  la así llamada leyenda de Cimbro, que, enviado a matar a  Mario en la prisión,  quedó paralizado ante la mirada y la voz del romano.

Dichos fenomenos también se mencionan a lo largo de todo el   medievo europeo y son el origen de los relatos fantásticos de encantamientos y magos.

Olao Magno, Del Rio, Leonardo, Vairo, Tommaso Garzoni da Bagnocavallo, G.B. della Porta, Pietro Garsi, y muchos más, que vivieron entre los siglos XVI y  XVII, hablan todos de sucesos que pueden estar facimente relacionados con la influencia magnética.

También muchas escuelas secretas y esotéricas existentes en la actualidad engloban en su interior conceptos de origen magnético.

También en el Yoga, en el Zen estan  presentes los conceptos magnéticos. Se trata, en efecto, de una escuela milenaria que por muchos aspectos sus enseñanzas han sido mantenidas en secreto y transmitidas oralmente a los iniciados.

Para un acercamiento de occidente a parte de esta y para que sea comprendida  facilmente por la mentalidad  moderna es necesario esperar hasta 1800.

En 1800 una parte de la antigua teoría magnética se enfrenta con el espíritu científico despues de que Franz Anton Mesmer, en el siglo precedente, había divulgado una parte de esta doctrina, de la que el aprendió sus principios prácticos al frecuentar algunos religiosos y varios círculos esotéricos.  

Por consiguiente existen varios estudios sobre el concepto del  magnetismo, la mayor parte en francés, publicados a comienzos del siglo (recomendamos el de  H. Durville del que nuestra escuela puede suministrar una copia electrónica digitalizada).
Posteriormente, la implantación de  la psicología tradicional ha conducido a la comunidad científica en otras direcciones.

Incluso con frecuencia se considera a los magnetizadores como como los precursores que ocasionaron  fenomenos  sin recibir una atención seria; para muchos solo la  psicología clínica del siglo XX fue la que planteó una propuesta crítica, interpretativa y seria de los  fenomenos producidos por estos.

Esta idea difusa no tiene bases sobre las que regirse, porque el magnetismo es  al contrario una tradición muy antigua que perdura desde el inicio de los tiempos. .
Algunos magnetizadores de todas formas, incluso sin haber  tenido éxito en algunas ocasiones, e incluso en la tradición secreta más profunda,  han  analizado  con espíritu científico lo que obtenían.  
Como testimonio de eso existe un amplio número de textos críticos y de explicación de los acontecimientos que  producían y observaban , aunque esta toma de conciencia se expresa mediante  un lenguaje específico.

El profesor Meheust (investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica-CNRS), un historiador que ha analizado atentamente el fenomeno dice expresamente “Historicamente  la corriente magnetista era no solo un espacio de descubrimiento, era también un espacio de debate: un lugar donde se reflexionaba, al contacto con estos hechos, sobre los puntos de vista alternativos respecto a la naturaleza de la objetividad, los métodos de objetivación de los que podían ser objeto los fenomenos magnéticos, los juegos de poder al interior de la ciencia, el movimiento de las ideas.

El mundo del magnetismo disponía de muchas revistas donde los investigadores confrontaban y exponían sus puntos de vista; y sobretodo es sobre estas revistas que se han desarrollado las discusiones sobre la naturaleza del sonambulismo y es aquí donde se han desarrollado las críticas e ideas no expuestas en los libros.

Cuando los historiadores examinan el magnetismo bajo el  ángulo retrospectivo del psicoanálisis, de la psiquiatría o de las neurociencias toda esta riqueza se elimina.

La aceptación del concepto de magnetismo personal en sí, y sin observarlo a través de la lente de otras disciplinas constituye un profundo enriquecimiento.

En la actualidad solo pocas personas conocen a fondo  esta disciplina más simple, entre otras cosas,  en la práctica que muchas otras creadas sucesivamente y que incluso incorporan unas partes.

Sin embargo las ventajas son tantas: en la vida, en las relaciones, en la terapia, ya que una mayor eficiencia personal es la clave misma del éxito

El profesor Rolland, cuyo padre había escrito entre otras cosas una un pequeño libro al respecto, de la que se han incluido algunos trozos en este libro, nos ha ayudado a entender que era en realidad esta materia.

Además de basarnos en el método transmitido por Rolland, compuesto por  una serie de ejercicios incluso más amplios que los indicados en esta libro, hemos consultado libros tanto  antiguos como modernos y buscado por todas partes personas que se considerasen expertas en la materia , para  comparar y tratar de comprender lo que realmente hay detras de esas palabras.

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