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CAPITULO III

LA SUGESTIÓN COMO MÉTODO EXPERIMENTAL

a expresión "método experimental" puede ser tomada en un amplio sentido y en un sentido restringido. Tomada en su sentido amplio, puede comprender todo procedimiento consistente, para la observación, en modificar el objeto de la observación y en provocar fenómenos que no se hubieran manifestado sin eso. No nos preguntamos aquí si el observador puede gobernar a su capricho las modificaciones provocadas o si las consecuencias de su intervención se encuentran completamente substraídas a su poder. Tomada en su sentido restringido, significa que el único procedimiento experimental es aquel en que el experimentador tiene en su potencia, no tan sólo su voluntad misma que provoca modificaciones externas, sino también los objetos sobre que obra esa voluntad, de modo que pueda aplicar los métodos característicos del procedimiento experimental, la eliminación de las condiciones y la gradación de los fenómenos. Muy particularmente en las ciencias exactas, la física, la química, y hasta en estos últimos tiempos en la fisiología, es donde se han aplicado, y a justo título, a esta última manera de proceder únicamente el nombre de método experimental. Una influencia ejercida, donde no podrían gobernar seguramente las circunstancias concomitantes, puede conducir a resultados nuevos, pero sólo lo puede en suma en la medida en que lo hace la simple observación no acompañada de experiencia, Está privada de las particularidades, gracias a las que, la experimentación propiamente dicha, llega, incomparablemente más rápida y más segura que la simple observación, a encontrar las causas y las leyes de los fenómenos. Cuando un mineralogista rompe una piedra desconocida, a fin de ver si oculta otros minerales conocidos, o cuando el fisiólogo hiere el cerebro de un animal, a fin de ver cómo se conduce luego, no se da a esos hechos el nombre de experiencia en el sentido restringido y esencial de la palabra, sino que se consideran todo lo más esos ensayos como prácticas preliminares que, bien valuadas, podrían conducir a verdaderas experiencias.

A estos puntos de vista, válidos para todos los dominios bastante exactamente delimitados, viene a unirse, cuando se trata de psicología, otro que fija a la experimentación propiamente dicha limites más estrechos todavía. La experiencia psicológica tiene relación con un cierto contenido de la conciencia, ya sea la del mismo observador ya sea la de otro individuo. Podemos limitarnos a observar simplemente las modificaciones objetivas producidas en los actos externos por una acción sobre la conciencia, o bien podemos agregar la observación de los fenómenos subjetivos que se manifiestan en la conciencia. Pero el primer procedimiento no puede ofrecer más que conclusiones dudosas. El observador está obligado, en ese caso, a medir los fenómenos por los de su propia conciencia: Mas puede suceder, y el caso se ha presentado infinidad de veces, que haga mal la evaluación, en el sentido de que ligará los hechos observados no a los fenómenos subjetivos con los cuales se relacionan realmente, sino a otros que pueden tener síntomas objetivos análogos por accidente. A cada paso que la psicología experimental ha tratado de dar en el análisis de los hechos psíquicos, se ha comprobado más claramente que la forma más importante y más fructuosa de la experimentación psicológica es aquella en que la conciencia, que se encuentra sometida a la acción experimental, es al mismo tiempo el objeto de una observación personal, cuidadosa y frecuente. Este hecho, en desquite, se encuentra en correlación con la aserción inversa según la cual la verdadera observación personal no puede dar resultado más que en la vía de la experimentación. Se ha demostrado con bastante frecuencia cuan errónea era la opinión de la antigua psicología que creía que bastaba simplemente encerrarse en la soledad y dirigir la atención al yo propio, para encontrarse en estado de observar los hechos de conciencia con tanta o hasta mayor exactitud que no se hace por el establecimiento y el desarrollo de los fenómenos naturales externos. Es tan corriente que en semejante caso, es decir, cuando el sujeto que observa y el objeto que es observado se confunden, que la observación esté mal delimitada, y que jamás se experimente lo que se desearía verdaderamente experimentar, que es superfluo que nos detengamos en este punto. Pero igualmente es cierto que ocurre cosa muy diferente cuando ponemos una conciencia en estado de sufrir una accioón experimental La experiencia sólo permite llevar un estado de conciencia determinado a la forma próxima donde, bajo la influencia de una acción externa dada, se ha manifestado ya, y esto repitiendo la misma acción en circunstancias exteriores idénticas; únicamente así permite comprobar con una exactitud cada vez mayor los hechos que caracterizan ese momento. El dominio de la experimentación cronométrica es sobre todo el que en psicología está lleno de esas observaciones personales que hace únicamente la experiencia. Esas observaciones, por su ligazón con las condiciones experimentales, exteriores y variadas, ofrecen entonces resultados, los cuales sin embargo no poseen un valor psicológico sino en la medida en que fuerzan la observación personal a responder a una pregunta precisa. Recuerdo las experiencias hechas sobre la extensión de la conciencia, el sentido de la duración, las formas de la reacción, diversas según las condiciones subjetivas, las oscilaciones periódicas de la atención, las leyes cualitativas y cuantitativas de las asociaciones, etc., etc.

Puede decirse, pues, que la experiencia mejor será aquella en que la observación personal desempeña el papel preponderante, y en la que la acción experimental externa sólo tendrá el valor de un medio capaz de hacer posible la observación personal y para registrar algunos de sus resultados. Si, en la experimentación psicológica, igual que en la de las ciencias naturales, los resultados adquiridos pueden, según la regla, traducirse en valores numéricos, este es tan sólo un punto accesorio, aunque inevitable. Considerados en sí, los números no tienen ningún valor; lo mismo ocurre con el hecho de que un cuerpo químico contenga tanto por ciento de carbono, cuando se le considera aisladamente y hecha abstracción de las leyes de combinación y de las relaciones ordenadas entre ese cuerpo y los otros. Los números pueden servir para encontrar leyes y aplicar algunas de ellas sacadas de los hechos. Pero en último caso, jamás constituyen el objeto de una ciencia que debe dar explicaciones.

Nada caracteriza mejor que el hecho siguiente la ignorancia invencible, con respecto a la naturaleza de la experiencia psicológica, de que dan prueba los mismos que se ocupan de psicología: un hombre versado en la psicología del hipnotismo pretendió aplicar a ésta el nombre de "psicología experimental", y al dominio entero del método experimental, tan sólo posible con un ejercicio prolongado de la observación personal, el nombre de "psicología numérica". Lo mismo se podría, o poco menos, llamar a la alquimia, química experimental, y en cambio, a la química científica desde Lavoisier, "química de balanza". Decir que los alquimistas han hecho experiencias y no se han servido sino muy poco o nada de la balanza, es tan exacto como decir que la química contemporánea no puede hacer nada sin ella. Igualmente es verdad que los hipnotizadores experimentan y que los hombres que se ocupan de la psicología, parte de la psicofísica, toman medidas.

Se pasa simplemente en silencio una pequeña particularidad: los químicos que pesan y los psicólogos que miden experimentan igualmente, y la cuestión de saber cuál de los métodos experimentales es mejor, es decir cuál, en el caso presente, ofrece más pormenores sobre los hechos de conciencia, es más importante que la de saber si se toman medidas o si no se toman. He oído con frecuencia a los hombres que tratan del "método introspectivo" preguntarse si un hecho psíquico duraba algo más o menos que otro, si los dos diferían más o menos por su extensión, y concluir que todo esto venía a ser indiferente en el fondo. Doy del todo la razón a esos filósofos y hasta voy más lejos: pienso que ciertos hechos, como el alejamiento del sol de la tierra, o la velocidad de la luz, o el equivalente mecánico del calor, y otras cosas análogas, tomados en sí mismas y consideradas aparte de sus relaciones con otros hechos a los cuales se encuentran ligadas por leyes numerosas, no deberían interesarnos. Si la psicología experimental tuviese por único fin establecer cifras, valdría más realmente emplear esa fatiga en cualquier otro objeto, por ejemplo en el perfeccionamiento de las máquinas de coser. Pero lo que prueba que no es de eso de lo que se trata, es que, según mis propias comprobaciones, personas, desde luego bien dotadas y de una cultura científica muy avanzada, y a las cuales no sería difícil hacer observaciones y experiencias prácticas en tal o cual dominio de las ciencias naturales, no llegan nunca a hacerlas en psicología. La causa está en que carecen de las cualidades exigidas para la concentración de la atención y de la observación personal, y sobre todo de la potencia para renovar de un modo aproximado y en circunstancias idénticas ciertos estados de conciencia. Sin embargo yo quisiera recomendar la práctica de la psicología experimental, hasta a mis colegas en psicología, que tienen todavía en menos estimación que yo las cifras y que no sienten ninguna inclinación a estudiar los verdaderos problemas experimentales. Él método que aplicaran al ejercicio de su atención y de su observación personal no podría por menos que servir de apoyo a su manera de practicar esta observación personal. Quizás hasta aprenderían entonces por primera vez lo que se entiende realmente por observación personal. ¿Hasta qué punto pues la sugestión personal responde a las exigencias de una experiencia psicológica? Es claro que las influencias sugestivas, tanto las que introducen la hipnosis como las que dan origen a fenómenos determinados durante el estado hipnótico o después del despertar, pueden ser llamadas con el nombre de "procedimiento experimental" en el sentido amplio de la palabra indicado al principio de estas consideraciones. No es menos evidente tampoco, por una parte, que el carácter de un método experimental, entendido en el sentido restringido de la palabra y tal como lo han comprendido las ciencias naturales no podría convenir a esos procedimientos más que con límites muy estrechos; y por otra, que esos procedimientos están desligados, en tanto que experiencias psicológicas, de lo que constituye el valor real de éstas, a saber, de la introducción de una verdadera observación personal; aun más, que precisamente la observación personal ordinaria es la que falta en los casos más interesantes de la hipnosis profunda, a causa de la amnesia que reina en ella.

Si las experiencias de sugestión están privadas de ese gobierno voluntario del objeto, que es siempre el signo distintivo de la experimentación propiamente dicha, la causa radica en la naturaleza misma del sujeto. El éxito de la sugestión que conduce a la hipnosis, depende de circunstancias que el experimentador no podría gobernar. Tampoco está en su poder el saber si el dueño será ligero o profundo; si, por lo tanto, los síntomas negativos se manifestarán, o bien los síntomas positivos de la obediencia automática y de la alucinación. La destreza sin duda, permite llegar a un grado más elevado de certidumbre; pero la destreza engendra igualmente la tendencia hacia la repetición uniforme de los mismos fenómenos, si bien en semejante caso las últimas pruebas añaden rara vez algo nuevo a las primeras. Además, las influencias ejercidas, a consecuencia del carácter propio de los fenómenos hipnóticos, siguen una marcha muy uniforme. Cualquiera que se halle al corriente de la literatura del hipnotismo sabe que, cuando se ha obtenido el conocimiento de cinco o seis observaciones que respondan a los diferentes grados del estado y de sus efectos subsiguientes, silos conoce todos; los restantes sólo ofrecen la repetición de un solo y mismo esquema, girando en un circulo de modificaciones ligeras de las circunstancias externas. Las influencias ejercidas gracias a la sugestión se mantienen en todas partes en los mismos límites de influencias, sobre las cuales se tiene poco imperio y no podrían hacerse variar de un modo esencial, y esas influencias pueden ser ejercidas también sobre el ensueño normal.

Para penetrar más profundamente en el conjunto de los hechos de conciencia de la hipnosis, se ha ensayado, en diferentes ocasiones, el hacer intervenir al lado de la sugestión, a otras influencias capaces de obrar experimentalmente sobre la conciencia del hombre despierto, a fin de unir de este modo la experiencia psicofísica con la sugestión. Pero en esos ensayos es donde se manifiesta más claramente el defecto característico de la hipnosis, es decir, la ausencia total de observación personal o su ejercicio muy incompleto; pues aunque fuese posible al sonámbulo dar cuenta hasta un cierto punto de lo que percibe o siente, no por eso sería menos dudoso que fuese capaz de la concentración de la atención que exige la observación personal propiamente dicha. Tampoco se tiene el medio de describir basta qué punto una concentración de ese género se verifica, puesto que la amnesia viene con el despertar y que, por consiguiente, el mismo sonámbulo no se halla en estado de dar, durante la vigilia consciente, detalles, ya sea a él, ya sea a otros, sobre el estado precedente.

Las experiencias hechas hasta ahora durante la hipnosis se refieren, en parte, al tiempo que emplea la reacción para responder a las impresiones sensoriales, en parte, a la manera de ser de las alucinaciones sugeridas con relación a ciertas influencias luminosas que, en el estado de vigilia consciente, modifican o la naturaleza de las sensaciones o la proyección de las representaciones subjetivas en el espacio. Respecto al primer punto, las experiencias de Stanley Hall, de W. James y de Beaunis ofrecen. una verdadera maraña de datos contradictorios de los que, cuando más, se podría deducir que los ensayos de ese género no pueden, en general, dar un resultado práctico. Stanley Hall encontraba que el tiempo de la reacción era disminuido en una mitad; James encontraba lo contrario y lo consideraba como aumentado en el doble; Beaunis obtenía resultados variables, pero creía que, durante la hipnosis, el tiempo de la reacción podía ser restringido. El que conoce las dificultades que presenta la fijación concordante y práctica del tiempo de la reacción, no reconocerá absolutamente ningún valor a esas evaluaciones; pero en suma será de opinión que en las circunstancias actuales, es imposible hacer ensayos prácticos, dado que las condiciones subjetivas faltan lo mismo que en las experiencias hechas sobre personas atacadas de enfermedades mentales o sobre idiotas.

Las experiencias hechas sobre la proyección de las alucinaciones están en posición algo mejor. Sin embargo, también aquí, las contradicciones de las diferentes observaciones, igual en la cuestión de los fenómenos mismos que en la de su explicación, muestran con bastante claridad cuan poco a proposito es el estado sonarnbúlico para dilucidar las cuestiones planteadas. Así es como Binet y Feré que entremezclaron sensaciones luminosas sugeridas, creyeron poder comprobar que las mezclas de esta naturaleza se conducían como las mezclas de colores hechas por la vía física. Cuando, por ejemplo, hacían aparecer por sugestión, dos papeles realmente blancos, uno rojo y el otro verde, la persona sometida a la experiencia pretendía ver blanca la imagen resultante de la superposición de los dos. Llegaban, con ayuda de un prisma, a divisar una imagen sugerida en dos imagines dobles y, con ayuda de una lente, a modificar su grandor aparente, etc. En cambio Bernheim no llegaba de ningún modo a observar mezclas de sensaciones sugeridas en el movimiento rotatorio de los colores; por el contrario, a consecuencia de la rotación, las sensaciones sugeridas se desvanecían regularmente. No obstante, con ocasión de las proyecciones hechas con ayuda del prisma se comprobó que el transporte de las imágenes hacia el exterior seguía exactamente las mismas leyes que la proyección de las imágenes retinianas en el estado de vigilia. A ese respecto, pues, las experiencias hechas en los sonámbulos nada nos han enseñado que no se pueda comprobar también en las alucinaciones del estado de vigilia consciente o, más sencillamente todavía, en las copias de las imágenes. Por el contrario, demuestran cuan difícil es establecer, durante ese mismo estado, relaciones tan simples, y ponen de manifiesto de un modo evidente, la tendencia, fácilmente suscitada en casos semejantes, de ornar el estado sonambúlico con potencias propias y maravillosas. Así es cuino Lombroso considera las alucinaciones hipnóticas como "proyecciones fuera de los movimientos moleculares de la retina, ocasionados por el objeto dioptrico de los medios del ojo"; en otros términos: el hipnotismo poseería la facultad maravillosa de enviar, de sus ojos, rayos luminosos al espacio externo (!) (*). Schmidkumz parece dar la preferencia sobre esta opinión a la de una "proyección no óptica sino material, por emisión de corpúsculos", y según él será preciso" considerar esta emisión como dependiendo estrechamente de los hechos psíquicos y, correlativamente, de los hechos fisiológicos" (**). Si estos observadores se hubiesen tomado el trabajo de estudiar las leyes que sigue la proyección, leyes que los psicólogos conocen bien, habrían notado que las alucinaciones hipnóticas se conducen absolutamente como todas las representaciones visuales subjetivas que proyectamos hacia afuera. ¿ Pero para qué fatigarse? De una vez para siempre, el hipnotismo, a los ojos de esos autores, es una ciencia misteriosa para la cual es preciso admitir, desde el principio, que las leyes ordinarias de la óptica y las condiciones corrientes de la percepción sensible no tienen ningún valor.

(*) Lombroso, Congreso internacional de Psicología fisiológica.
(**) Schmidkumz Psycologie der suggestión.

En presencia de esos resultados muy reales de las experiencias de sugestión, no me seria posible compartir la opinión de los psicólogos, que ven en la sugestión el recurso más precioso de la psicología experimental, y se prometen llegar, por la práctica de este método, a progresos inesperados en nuestros conocimientos psicológicos. Ha de declarar "la naturaleza profunda de la personalidad, la psicología, no tan sólo de la actividad voluntaria, sino también de la sensibilidad, de la voluntad y de sus motivos de acción", autoriza en fin, en esta via, la esperanza de conseguir más tarde conclusiones que no se sospechan hoy. Ciertamente, no pretendo negar que la obediencia automática a las órdenes no ofrezca un testimonio preciso en favor del desarrollo de los actos voluntarios compuestos de actos simples; pero antes que la hipnosis nos lo haya enseñado, el conocimiento de ese desarrollo existía ya. Lo que prueba suficientemente lo poco que el hipnotismo en sí y por sí puede ayudarnos en este punto, son todas las explicaciones apenas esbozadas y según las cuales todos esos fenómenos no son más que reflejos y se encuentran de este modo lanzados fuera del dominio de la voluntad. El que carece de antecedentes respecto a los fenómenos fundamentales de la vida psíquica, porque no los ha adquirido con una observación personal basada sobre procedimientos exactos de experimentación, deducira difícilmente conclusiones de la observación de los letárgicos y de los sonámbulos, y de sus testimonios. Será pues necesario deducir los efectos de las sugestiones hipnóticas de los conocimientos adquiridos por otra vía.

Las teorías de la psicología del hipnotismo, establecidas en ese terreno y riladas más arriba, así como los ensayos de experimentación que acabamos de mencionar, nos ofrecen ejemplos poco satisfactorios de lo que puede resultar del procedimiento inverso, que consiste en deducir la psicología de los efectos de la sugestión. Sin embargo ¿qué hay que decir en suma cuando, en Francia, y ateniéndose a los modelos franceses, en Alemania, ciertas "sociedades de psicología experimental" tienen por idénticos el hipnotismo y la psicología experimental? Que si nos atenemos firmemente a la acepción restringida de la expresión de método experimental, tal como se ha formado en las ciencias exactas, y tal como puede ser transportado también a una psicología que, gracias a los recursos que le ofrecen las ciencias exactas, permanece en los límites modestos que le oponen la dificultad del asunto, y en las condiciones particulares fijadas por las exigencias de una observación personal exacta, si nos atenemos, digo, a esta acepción, la sugestión no tiene ningún derecho al título de procedimiento experimental.

Se podría preguntar, sin duda, si tampoco tendría derecho la sugestión a entrar en juego como simple medio de ayuda, al cual vendría entonces a añadirse un procedimiento más exacto. Pero los ensayos hechos hasta hoy no permiten la esperanza de obtener un resultado por esta vía, resultado que se encuentra, además, más que puesto en entredicho ya, por la imposibilidad de una observación personal exacta. Ciertamente, los estados hipnóticos, lo mismo que el sueño y el ensueño, las enfermedades mentales y los otros estados anormales, despertarán el interés del psicólogo; pero aquí, como en lo anterior, habrá primeramente que explicar lo anormal por los hechos de la conciencia normal, conocidos y capaces de un método exacto, a fin de obtener, cuando sea oportuno, comprobaciones que podrán servir para los resultados obtenidos por otra vía.

A este respecto, el hipnotismo tiene tanto, pero no más valor, que el ensueño y la enfermedad mental. Más aun, las formas de esta última, tan sorprendentemente varias en sus causas y sus fenómenos, podrían ofrecer a la psicología futura, para la explicación de lo normal por lo anormal, materiales más ricos y más fecundos que los que le ofrece la hipnosis tan uniforme en sus causas y sus fenómenos. Mas lo mismo que no se puede tratar de experiencias exactas a las influencias ejercidas arbitrariamente sobre el ensueño y a la introducción de alucinaciones por medio del haschisch, el cloroformo u otros productos análogos, tampoco se puede contar la sugestión en el número de los procedimientos experimentales en el sentido real de la palabra.

En todos estos casos, se trata de estados arbitrariamente engendrados, y, en todo estado de causa, de estados anormales provocados experimentalmente según el sentido amplio de la palabra. Pero como esos estados, en su desarrollo ulterior, pueden también ser sometidos a una influencia experimental, que sean entregados en substancia a la simple observación, sea subjetiva, sea objetiva. En ese sencuando menos de una manera accesoria, es preciso tido, el hipnotismo es ante todo, por la parte importante de sus manifestaciones, del dominio de la psicología que observa, y no de la que experimenta, dado que para él, las condiciones de la observación se encuentran estrechamente delimitadas por una observación personal insuficiente o acaso nula.



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Title: Book Title : HIPNOTISMO Y SUGESTION - W.WUNDT

Este livre es parte de un projecto scientifico de descubrimiento de l'hipnotismo.

Nosotros somos tambien los diffusores del "Mesmerismus®", una disciplina que tiene un doble fin:  el primero es el de desarrollar una de las cualidades  más importantes y deseables que existen en el mundo: el " magnetismo personal.
El segundo es permitir un verdadero crecimiento interior, mediante un camino que  lleva a descubrir vida y energía al interior de nosotros mismos.
Se trata de ejercicios que constituyen un vestigio de una ciencia milenaria y convalidados por nuestra experiencia.

Nuestra escuela  ha llevado a cabo investigaciones extensas y profundas sobre el tema.
Se trata de técnicas muy simples pero de increible poder.
Abundan muchas obras sobre el magnetismo personal, pero ninguna de estas captura la esencia del  fenomeno: cada una  describe una parte.

Breve mirada a la historia del  magnetismo y del  Mesmerismus®

En la misma historia de la humanidad es evidente que existe una fuerza que se puede manifestar y a través de la cual el hombre puede desarrollar un poder.
El concepto de encanto que se manifiesta a través de la mirada es con certeza el origen del mito de la Medusa de los antiguos griegos, el ser mitológico en capacidad de petrificar a quien  lo observaba.

También en esas epocas lejanas, el historiador  Plinio, en el  7° libro Naturalis Historiae relata como en el África, en Escitia y en  en Iliria existían familias que seducían los ojos de quienes las miraban, lo que en aquellos tiempos se pensaba que se debía  a una naturaleza maligna o a cualquier otra causa más oculta.

También los romanos cuentan sobre fenomenos magnéticos: no atribuidos a otra cosa que al  poder del magnetismo, que ejerce un individuo sobre otro, debemos mencionar el caso de  la así llamada leyenda de Cimbro, que, enviado a matar a  Mario en la prisión,  quedó paralizado ante la mirada y la voz del romano.

Dichos fenomenos también se mencionan a lo largo de todo el   medievo europeo y son el origen de los relatos fantásticos de encantamientos y magos.

Olao Magno, Del Rio, Leonardo, Vairo, Tommaso Garzoni da Bagnocavallo, G.B. della Porta, Pietro Garsi, y muchos más, que vivieron entre los siglos XVI y  XVII, hablan todos de sucesos que pueden estar facimente relacionados con la influencia magnética.

También muchas escuelas secretas y esotéricas existentes en la actualidad engloban en su interior conceptos de origen magnético.

También en el Yoga, en el Zen estan  presentes los conceptos magnéticos. Se trata, en efecto, de una escuela milenaria que por muchos aspectos sus enseñanzas han sido mantenidas en secreto y transmitidas oralmente a los iniciados.

Para un acercamiento de occidente a parte de esta y para que sea comprendida  facilmente por la mentalidad  moderna es necesario esperar hasta 1800.

En 1800 una parte de la antigua teoría magnética se enfrenta con el espíritu científico despues de que Franz Anton Mesmer, en el siglo precedente, había divulgado una parte de esta doctrina, de la que el aprendió sus principios prácticos al frecuentar algunos religiosos y varios círculos esotéricos.  

Por consiguiente existen varios estudios sobre el concepto del  magnetismo, la mayor parte en francés, publicados a comienzos del siglo (recomendamos el de  H. Durville del que nuestra escuela puede suministrar una copia electrónica digitalizada).
Posteriormente, la implantación de  la psicología tradicional ha conducido a la comunidad científica en otras direcciones.

Incluso con frecuencia se considera a los magnetizadores como como los precursores que ocasionaron  fenomenos  sin recibir una atención seria; para muchos solo la  psicología clínica del siglo XX fue la que planteó una propuesta crítica, interpretativa y seria de los  fenomenos producidos por estos.

Esta idea difusa no tiene bases sobre las que regirse, porque el magnetismo es  al contrario una tradición muy antigua que perdura desde el inicio de los tiempos. .
Algunos magnetizadores de todas formas, incluso sin haber  tenido éxito en algunas ocasiones, e incluso en la tradición secreta más profunda,  han  analizado  con espíritu científico lo que obtenían.  
Como testimonio de eso existe un amplio número de textos críticos y de explicación de los acontecimientos que  producían y observaban , aunque esta toma de conciencia se expresa mediante  un lenguaje específico.

El profesor Meheust (investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica-CNRS), un historiador que ha analizado atentamente el fenomeno dice expresamente “Historicamente  la corriente magnetista era no solo un espacio de descubrimiento, era también un espacio de debate: un lugar donde se reflexionaba, al contacto con estos hechos, sobre los puntos de vista alternativos respecto a la naturaleza de la objetividad, los métodos de objetivación de los que podían ser objeto los fenomenos magnéticos, los juegos de poder al interior de la ciencia, el movimiento de las ideas.

El mundo del magnetismo disponía de muchas revistas donde los investigadores confrontaban y exponían sus puntos de vista; y sobretodo es sobre estas revistas que se han desarrollado las discusiones sobre la naturaleza del sonambulismo y es aquí donde se han desarrollado las críticas e ideas no expuestas en los libros.

Cuando los historiadores examinan el magnetismo bajo el  ángulo retrospectivo del psicoanálisis, de la psiquiatría o de las neurociencias toda esta riqueza se elimina.

La aceptación del concepto de magnetismo personal en sí, y sin observarlo a través de la lente de otras disciplinas constituye un profundo enriquecimiento.

En la actualidad solo pocas personas conocen a fondo  esta disciplina más simple, entre otras cosas,  en la práctica que muchas otras creadas sucesivamente y que incluso incorporan unas partes.

Sin embargo las ventajas son tantas: en la vida, en las relaciones, en la terapia, ya que una mayor eficiencia personal es la clave misma del éxito

El profesor Rolland, cuyo padre había escrito entre otras cosas una un pequeño libro al respecto, de la que se han incluido algunos trozos en este libro, nos ha ayudado a entender que era en realidad esta materia.

Además de basarnos en el método transmitido por Rolland, compuesto por  una serie de ejercicios incluso más amplios que los indicados en esta libro, hemos consultado libros tanto  antiguos como modernos y buscado por todas partes personas que se considerasen expertas en la materia , para  comparar y tratar de comprender lo que realmente hay detras de esas palabras.

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