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CAPITULO II

FISIOLOGÍA Y PSICOLOGÍA DE LA HIPNOSIS Y DE LA SUGESTIÓN

i la descripción de los fenómenos observados durante o después de la hipnosis existen, las explicaciones que se ha tratado de darnos sobre estos estados, no son, en general, menos poco satisfactorias. Sin duda, cuando empleaba el método de eliminación, cuando, partiendo de la perturbación o del mantenimiento funcional de ciertas partes centrales, indicaba las regiones cerebrales cuya detención funcional debía haber causado la hipnosis, Heindenhain penetraba en la única vía en que al principio se podría haber esperado conseguir ciertos resultados. Procediendo de esta manera es como vino a pensar que las causas del estado hipnótico residían en una detención de la actividad de las células ganglionares de la corteza cerebral (Grosshirurind), detención comparable a una especie de ausencia de reflejo y provocada por una excitación débil y continua. Charcot y su escuela basan su manera de ver en consideraciones análogas. Sin embargo admiten estos al lado de la acción inhibitoria, causa directa de la hipnosis sobre el sistema nervioso, una acción, por ejemplo, sobre los centros motores del cerebro, cuando se presentan movimientos automáticos, y sobre los centros sensoriales cuando se presentan alucinaciones. Además dan una importancia especial a ciertos procedimientos de excitación, como los pases practicados sobre la epidermis o el empleo de los metales y del magnetismo, influencia más que problemática y que reposa probablemente sobre la sugestion. Pero la hipótesis de Heindenhain tiene como punto de partida los métodos de hipnotización insostenible de Mesmer y de Braid, según los cuales las excitaciones uniformes, de cualquier género que sean, son la condición esencial del sueño hipnótico. Esta hipótesis además no tiene en cuenta la importancia considerable de la sugestión como procedimiento de hipnotización. Por otra parte, Heindenhain se había de cierto modo objetado a sí mismo que la detención funcional, comprobada en los hipnóticos, era esencialmente diferente de los fenómenos que se observaban en los animales después de haberles quitado la corteza cerebral (*).

(*) R. Heidenhain, Psicología fisiológica, pág. 33 y siguientes de la 4.a edición.

Inmediatamente después de la publicación de los ensayos de Hausen y de Heindenhain, había yo emitido la opinión de que existía una región central determinada, a saber, el centro percepcional. cuyo asiento debía encontrarse en la corteza del lóbulo frontal, con el que únicamente se relacionaría la detención funcional.

Con efecto, hacía yo observar que una parte importante de las perturbaciones sobrevenidas podía ser considerada, desde el punto de vista psicológico, como una suspensión de la voluntad, mientras que la actividad de otras funciones centrales, de aquéllos, por ejemplo, que están ligadas a los centros sensoriales, hasta se podía encontrar aumentada (*). Esto significaba al mismo tiempo que el interés de la explicación debía descansar primeramente sobre el lado psicológico de la cuestión, en vista de que siempre, como ya lo habían comprendido Haindenhain y la escuela de Charcot, nos hallamos en la necesidad de convenir en modificaciones de las funciones psíquicas en las modificaciones paralelas de las funciones fisiológicas, dado que no comprobamos síntomas directos de estas últimas más que en los efectos vasomotores y secretores, los cuales sólo se manifiestan raramente de un modo notorio.

(*) R. Heindenhain, Der sogenante tihierische Magnetismus, pág. 33 y siguientes de la 4.a edición.

Así se comprende como en estos últimos tiempos se han atenido, con mayor frecuencia, a opiniones muy generales en la cuestión del desarrollo de estos fenómenos fisiológicos. Así B. Forel se contenta con hacer resaltar que la vida psíquica puede ser considerada como la acción dé una suma de fuerzas cerebrales en lucha, de las cuales una, más central que las otras, corresponde a la conciencia. Según dicho autor, se podría en el estado de vigilia normal, observar interpolaciones y retiradas de "ese espejo de la conciencia", asi como ciertas otras fuerzas.

Durante la hipnosis, sólo se podrían provocar fenómenos de que el sujeto tuviera conciencia. Este tiene, la mayoría de las veces, conciencia de la orden dada y la comprende; y lo mismo ocurre en cuanto a los hechos reales producidos en el exterior; lo que permanece ignorado es el lazo entre los dos; en fin, los efectos extraordinarios de la hipnosis son debidos a esta discontinuidad de las relaciones dinámicas. "Cuando, por sugestión, inmovilizo un brazo, provoco simplemente la detención de un antiguo grupo de movimientos automáticamente asociados. Cuando por sugestión hago beber agua por chocolate, recuerdo simplemente, sin que haya una excitación sensorial adecuada, la antigua imagen del chocolate que permanece en estado inconsciente en el cerebro; la acentúo hasta transformarla en alucinación y la asocio a la percepción de la taza y del líquido." Partiendo del hecho de que en la sugestión, las potencias cerebrales asociadas podrían, a gusto del hipnotizador, ser separadas y otras podrían formarse, el hipnotismo perdería en gran parte, como Forel opina (*), su carácter enigmático. En suma, no se podría asegurar aquí que no ha sido traducida, en representaciones fisiológicas correspondientes, más que una cierta cantidad de hechos psicológicos que se refieran a la separación de representaciones asociadas y a la formación de nuevas. Y aquéllas (apenas hay necesidad de hacerlo observar) tienen un carácter absolutamente hipotético. El que ensayara establecer una teoría fisiológica, de la cual se dedujeran necesariamente leyes fisiológicas, conocidos los hechos psicológicos dados, haría seguramente un trabajo sin salida, si se contentaba con forjar un origen fisiológico hipotético a hechos psicológicos conocidos.

(*) Forel, Der Hypnotismus, pág. 54 y siguientes.

Alfredo Lehmann ha ensayado de una manera más seguida establecer una teoría fisiológica de la hipnosis. Busca un punto de apoyo principal en los efectos vasomotores de la hipnosis y de la sugestión. Un ensayo de esta especie se justifica hasta un cierto punto, al menos cuando se trata de los efectos puramente fisiológicos que se comprueban en ciertas condiciones. Pero Lehmann generaliza de tal modo la opinión según la cual el punto de partida de ciertos hechos psíquicos es el sistema vasomotor, que no es únicamente la hipnosis sino también la mayor parte de la vida psíquica normal la que se encuentra englobada en su generalización. Los cambios que sobrevienen en la inervación vasomotriz no son, para él, fenómenos concomitantes de ciertos hechos psíquicos, como por ejemplo, las emociones, sino las últimas causas fisiológicas de casi todos los fenómenos psíquicos, y, en todos los casos, las más importantes. A este respecto, es preciso reconocerlo, la opinión de Lehmann no es otra cosa que una generalización de la hipótesis de C. Lange sobre el origen de las emociones. Como en otra parte he tratado de esta hipótesis, me creo con derecho a remitir al lector a lo que he dicho del valor psicológico de la explicación que se nos ha dado (*);

(*) Zur Lehre von den Gemuthsbewegungen.

Lehmann considera, pues, ante todo, la atención como un fenómeno vasomotor. Partiendo del hecho conocido, particularmente demostrado por las experiencias de Mosso de quien en ciertos estados de atención débil, como por ejemplo en el sueño, el aflujo sanguíneo en el cerebro disminuye, y que inversamente una gran tensión de la atención y de la actividad intelectual que se une aumenta este aflujo, Lehmann admite que la detención involuntaria de la atención sobre una excitación sensorial externa tiene por causa un reflejo vasomotor que aumenta el aflujo en la parte del sensorio correspondiente al asiento de - la excitación. Más lejos, para explicar la detención voluntaria de la atención sobre un objeto, admite que la voluntad consiste en una representación ligada a una acentuación de la sensibilidad, y que en general todo el contenido de nuestra conciencia está formada de representaciones de ese género. Por lo tanto, cuando un elemento de la percepción reproduce un grupo determinado de representaciones acentuadas, el movimiento que es consecuencia de ellas vence a otros movimientos simultáneos, y de ahí resulta un reflejo vasomotor más intenso. Como el libre albedrío sólo consiste en una representación acentuada que llamamos, en ese caso, el motivo de la voluntad, consideramos, piensa Lehmann, el hecho psíquico que corresponde a una modificación vasomotriz en un punto determinado del cerebro, como una detención voluntaria de la atención sobre ese hecho (*). Así pues, la dirección de la atención durante la hipnosis es exclusiva, a causa de las excitaciones sensoriales semejantes a la sugestión. De conformidad con esto, se presentarán en la hipnosis asociaciones relativamente duraderas; pero al mismo tiempo limitadas estrechamente. Estas asociaciones, dada la teoría general de la atención mencionada más arriba, deben relacionarse a una limitación correspondiente de los reflejos vasomotores.

(*) Lehmann, Die Hipnose und die damit verwandten normalem Zustande.

Por el exclusivismo de la asociación y de la atención se explica, no tan sólo el retraimiento de la conciencia durante la hipnosis, sino también el olvido muy frecuente de las representaciones después del despertar. Las alucinaciones hipnóticas son imágenes ordinarias conservadas por la memoria, las cuales se hacen más estables que otras, gracias a esa uniformidad en la dirección de la atención.

Dejo, por lo que representan, estas explicaciones y otras, en las cuales el autor pudiera haberse visto arrastrado algo lejos, por el deseo de aproximar estos fenómenos a los de la conciencia normal. Pero me parece plausible que en realidad Lehmann, cuando se trata de interpretar hechos psíquicos que entran en los estados normales o en los estados hipnóticos, no se sirva ya en general de la hipótesis de los reflejos vasomotores, sino únicamente de la asociación de las representaciones y de la limitación de la atención, es decir, de los hechos psíquicos. Lo que caracteriza, pues, su teoría psicológica, es que no explica fisiológicamente los fenómenos, sino que, al contrario, une la explicación dada por la psicología a una hipótesis basada en la metafísica.

Análoga a esta teoría es la del llamado "Materialismo psicofísico", según el cual los hechos psicológicos deben siempre sacarse de causas fisiológicas. Y la desgracia quiere que, en el caso presente, el lazo de los fenómenos hipnóticos no nos sea conocido más que por su lado psíquico, y que nada sepamos de las modificaciones físicas paralelas. En estas circunstancias, tratar de deducir lo conocido de lo desconocido, nos conduce casi fatalmente a salvar la explicación de los fenómenos en la hipótesis y no la hipótesis en los fenómenos. Esto se nota en Lehmann cuando, por ejemplo, no reconoce una diferencia de intensidad entre las alucinaciones sugeridas y las imágenes ordinarias reproducidas por la memoria: opinión cuya falsedad resalta, sobre todo, del modo de ser de las alucinaciones posthipnóticas. Tampoco yo creo que se pueda dar una explicación suficiente de la hipnosis, sino se admiten las modificaciones fisiológicas; pero, según la regla que quiere que se saque siempre lo desconocido de lo conocido, será prenso, en ese caso, estudiar primeramente el núcleo de las modificaciones psíquicas y concluir en seguida en el proceso fisiológico que puede ser la causa. Se podrá al mismo tiempo invocar el principio experimental, independiente de toda hipótesis metafísica, que dice que paralelamente a los procesos psíquicos, existen procesos físicos. Este principio se distingue esencialmente del que dice que los hechos físicos son las causas de los hechos psíquicos y que es indispensable, por consiguiente, basar la explicación de éstos en las hipótesis fisiológicas (1).

De hecho, el estado hipnótico nos ofrece fenómenos tanto psíquicos como físicos. Pero ponerlos en correlación directa es seguramente tan imposible como deducir de los síntomas fisiológicos conocidos del sueño, de las modificaciones de la pupila, de la frecuencia del pulso y de la respiración, de la anemia cerebral, la aparición y el desarrollo de las imágenes del sueño. En los dos casos las cosas son de tal modo que, del lado fisiológico no poseemos y no poseeremos sin duda en mucho tiempo todavía, más que ciertos indicios exteriores que sólo se encuentran en relación- mediata con los hechos más profundos del sistema nervioso central, mientras que los fenómenos psíquicos concomitantes del sueño están ligados precisamente a esos hechos profundos desconocidos, para la observación de los cuales todo medio fisiológico nos falta hasta aquí. El automatismo provocado, las alucinaciones, la amnesia, los efectos posthipnóticos son síntomas psíquicos, visiblemente unidos entre sí por un cierto lazo. Podemos igualmente concluir, de algunos de entre ellos, que existen en modificaciones centrales determinadas. Así es, por ejemplo, como deducimos que las alucinaciones van unidas a una modificación de la irritabilidad del centro sensorial. Pero el punto culminante a que se pueda llegar por esta vía es este: construir, partiendo del lazo psicológico de esos estados, una representación hipotética de los hechos físicos que verosímilmente les son paralelas. Por el contrario, se trastorna el curso de las cosas cuando, sin haber tratado de unirlas psicológicamente, se conducen los fenómenos fundamentales de la hipnosis a cualquier hipótesis sobre el mecanismo de los efectos hipnóticos.

En presencia de los ensayos de interpretación fisiológica bosquejados hasta aquí, se ha establecido una serie de interpretaciones psicológicas. Estas, en general, son de dos especies. Unas, y desgraciadamente parecen las dominantes, tratan el estado hipnótico y en particular la sugestión, como un hecho nuevo, • que tiene un valor psicológico fundamental y propio para proyectar una luz inesperada sobre el conjunto de la vida psíquica, y para hacer aparecer, por consiguiente, los fenómenos ya conocidos de la conciencia en el estado de vigilia bajo un aspecto completamente nuevo. Por el contrario los otros parten de la conciencia normal y tratan de explicar en lo posible con ella las anomalías propias que se manifiestan durante el estado hipnótico y los efectos que son consecuencia de ellas. En el primer caso, se trata de construir sobre el hecho de la sugestión toda una psicología nueva; en el segundo, de sacar hechos conocidos de la psicología, la sugestión y sus consecuencias.

Apenas tengo necesidad de decir que sólo la segunda vía me parece justificada científicamente, teniendo en cuenta que la regla, según la cual se debe ir a lo desconocido por lo conocido, sirve igualmente para la psicología. Unicamente en el caso en que los hechos conocidos fuesen absolutamente insuficientes para la explicación de fenómenos determinados, estaría permitido, no colocar lo desconocido en la base de lo conocido, sino buscar en las hipótesis necesarias a la explicación de lo conocido, los esclarecimientos en cierto modo indispensables. Si, a pesar de esto, la mayor parte de los esfuerzos de la nueva psicología del hipnotismo han sido hechos por esta falsa vía, la causa es, indudablemente, la tendencia predominante de la psicología hacia el ocultismo, tendencia que ya he señalado. A propósito del hipnotismo, se ha visto representarse el fenómeno que se ha manifestado con frecuencia en la interpretación psicológica del sueño ordinario.

El análisis psicológico incompleto de los fenómenos desempeña constantemente un papel preponderante. La psicología caprichosa del sueño de la escuda de Schelling, hubiera sido difícilmente posible, si sus preconizadores hubieran prestado una atención mayor a las condiciones reales de la aparición del sueño, a su correlación con las excitaciones sensoriales y las asociaciones.

Pero si separamos aún de esta clase de teorías, sobre los estados hipnóticos, las que tienen un verdadero carácter ocultista, nos hallaremos en presencia de dos hipótesis principales: la de la simpatía y la de la doble conciencia. Una y otra están en relación estrecha con ciertas ideas ocultistas: la teoría de la simpatía lo está con el mesmerismo y el odismo y transforma las potencias físicas mágicas en un concepto psicológico; la teoría de la doble conciencia lo está con el antiguo sonambulismo y traía de transportar a la psicología ordinaria, apoyándose en el hipnotismo, la distinción que establece el sonambulismo entre la conciencia acentuada del vidente y la conciencia normal. Lo mismo que sus modelos místicos, estas dos teorías están íntimamente afiliadas, y se encuentran en ellas trazas más o menos netas de sus relaciones con el ocultismo.

En su "Psicología de la sugestión" el Dr. Hans Schmidkunz trata de la teoria de la simpatía, y no puede substraerse de sus preferencias por el ocultismo, aun cuando excluye de su trabajo la clarividencia, cd mesmerismo, el odismo Y otras teorías análogas, o se limita a hacer incidentalmente algunas observaciones de las cuales unas son corroborantes y las otras confirmantes. No puede pues sorprender que las ideas del sonambulismo de los primeros días se encuentren, basta un cierto punto, en el juicio que emite sobre la sugestión. Schmidkunz define positivamene los estados sugeridos como estados "en que las diferentes energías psíquicas se encuentran acentuadas (modificadas)". Las alucinaciones positivas o negativas, lo mismo que "la fuerza disociante, disgregante, de las sugestiones y 'de los estados sugeridos", sirven de base a su trabajo. En consecuencia define la hipnosis y los fenómenos complementarios posthipnóticos como "un estado análogo al sueño y provocado artificialmente, en el cual las diferentes energías psíquicas están acentuadas (modificadas) en el sentido determinado por el hipnotizador". En tanto el autor considera la acción hipnotizante como introducida ella misma por la vía ordinaria de las influencias psicológicas externas (de las llamadas sugestiones verbales); en tanto es de opinión que puede existir, además, una acción directa de espíritu a espíritu, y aun en caso de necesidad una acción mental a distancia (2). Por estos elementos ocultistas de su teoría el autor se aproxima todavía al mesmerismo. Se busca en vano, en este vasto estudio, una verdadera explicación psicológica de la sugestión y de los estados hipnóticos. El principio fundamental mencionado más arriba de "la acentuación de las energías psíquicas" se basa visiblemente aún, no tanto en los hechos invocados en su apoyo y que mejor sirven para la demostración de lo contrario, como en el entusiasmo del hipnotizador que transporta su propio éxtasis al dominio de lo que estudia. He aquí por qué el ensayo hecho para esclarecer toda la psicología, desde el solo punto de vista de la sugestión, ocupa un lugar tan importante. Nada se nos dice de la naturaleza de la sugestión. En cambio, se nos afirma enérgicamente que todos los hechos psíquicos, desde la simple percepción hasta las más nobles creaciones artísticas y sociales, no son más que "sugestiones". Si el autor se hubiese preocupado de demostrar que la profundización exclusiva de los fenómenos psíquicos todavía inexplicados, no podría dar resultado ni en el dominio directamente sometido al estudio, ni en la psicología en general, hubiera dado una demostración brillante. Sea lo que fuere, su obra tendrá siempre el valor de un ejemplo llamado a asustar. Valor tanto mayor ruando los ejemplos de ese género no faltan en el caso presente.

Más vale sin duda la teoría de la "doble conciencia" que si mal no recuerdo, fué aplicada primeramente por Hipólito Taine a los estados hipnóticos y profundizada más tarde por Pedro Janet, Max Dessoir y otros. Esta teoría parece haber tenido cierta influencia, puesto que A. Moll, por su parte, la ha seguido hasta un cierto punto, en su estimable trabajo sobre el hipnotismo. Pero como ya he dicho, esta teoría no es tampoco nueva. Sus heraldos se encuentran en la literatura del éxtasis y del sonambulismo de los primeros tiempos. Se consideran los estados del éxtasis, de la clarividencia y otros análogos como ligados a una segunda conciencia, distinta de la normal, o a una segunda personalidad.

La expresión "segunda vista" aplicada a pretendidos presentimientos, viene del mismo orden de ideas. En realidad, y en esto se distingue esta teoría ventajosamente de las precedentes, al mismo tiempo se formuló un juicio más sano sobre los fenómenos, resultando un trastorno completo de la evaluación relativa de las dos formas de conciencia reconocidas como simultáneas e independientes. Si, para el sonambulismo primitivo, la conciencia anormal fué una conciencia más elevada y dotada de potencias extraordinarias, se siente uno inclinado, en el transporte de esas consideraciones al hipnotismo, a mirar inversamente la forma hipnótica de la conciencia como una conciencia inferior, como una "subconciencia" con relación a la "conciencia superior" del estado de vigilia. Además, según esta teoría, la doble conciencia no seria un fenómeno propio tan sólo de la hipnosis, sino que se manifestaría ya en la vida psíquica normal, particularmente en la diferencia que existe entre el ensueño y la vigilia, en la distracción, en el caso en que una persona ejecuta simultáneamente muchos trabajos heterogéneos, en que, por ejemplo, escribe una carta al mismo tiempo que sostiene una conversación. La hipnosis no sería más que la reproducción experimental de esta doble conciencia normalmente propia del alma humana. La amnesia consecutiva al despertar se explica entonces, como el olvido del ensueño ordinario, por la sola reaparición de la conciencia superior, y las sugestiones posthipnóticas por una reaparición idéntica de la subconciencia, como ocurre a veces en el ensueño, cuando alguien continúa, en la segunda parte de la noche, un sueño interrumpido en la primera.

Me parece que esta teoría es un ejemplo evidente de esa manera engañosa de explicar los fenómenos, que consiste en introducir una palabra nueva para interpretar las cosas, considerando inmediatamente esas cosas como explicadas. El hecho de que se trata viene a ser este: un individuo puede visiblemente, en ciertos estados, ligar representaciones y realizar actos, según las leyes psicológicas, semejantes en suma a los que rigen la conciencia ordinaria; pero no tiene ninguna conciencia o cuando menos sólo tiene una conciencia obscura de esas representaciones y de esos actos. Así pues, en vez de buscar en las leyes de la conciencia misma la significación de esos fenómenos, se introduce simplemente una segunda conciencia a la que se atribuyen esos hechos obscuros o absolutamente inconscientes. Y con la introducción de esa palabra, y nada más, el problema se ha de encontrar resuelto.

Si se pregunta por qué el alma parece no tener conciencia de ciertos sucesos psíquicos, se os contesta que lo propio de la subconciencia es quitarnos la conciencia de lo que ocurre; y precisamente sería la propiedad notable de nuestra segunda personalidad la de tener una conciencia inconsciente. Si se pregunta cómo puede ser que las representaciones y los actos del sueño y de la hipnosis difieran por ciertas propiedades características de los de estado de vigilia, se pretende que es el resultado de las leyes particulares de esta conciencia inconsciente, que se introduce aquí en el fenómeno. Preguntad, en fin, cómo se podría explicar el hecho de que las representaciones de esta subconsciencia imaginaria, a veces nos permanecen desconocidas, como ocurre, por ejemplo, en el sueño profundo o en muchos casos de hipnosis profunda sin recuerdo, y a veces llegan a la conciencia, como sucede en los sueños ordinarios y, ya directamente, ya indirectamente, en el estado posthipnótico, y se os contestará: en el primer caso la subconsciencia se ha separado de la conciencia superior, en el segundo caso, por el contrario, se ha permitido alguna relación con ella. Así es como, sin contestar, la teoría contesta a todo, porque su fin es vestir los fenómenos con nombres nuevos.

Al mismo tiempo, la ficción de la subconsciencia comparte con la hipótesis específica de la sugestión que ya he mencionado, la particularidad peligrosa de no utilizar las analogías que existen entre esos hechos y los hechos conocidos de la conciencia en el estado de vigilia, de no explicar el lado obscuro de los estados hipnóticos con ayuda de fenómenos ya conocidos, de obscurecer en fin los fenómenos conocidos con un concepto. místico inventado a este efecto. Pues apenas hay necesidad de decir que esta concepción es mística con igual razón que sus congéneres ocultistas, la segunda vista y la luz sobrenatural. Si la idea de una "conciencia inconsciente" lleva ya en sí y por sí el índice de la coincidentia oppositorum que goza desde largo tiempo de la estimación de la mística, la representación de una "doble personalidad" que se une consecuentemente a esta idea, demuestra de un modo indubitable que la teoría desciende de la antigua creencia en los demonios. En realidad, esta segunda persona dormida en el fondo de nuestra alma tiene todos los caracteres de un demonio. Este último, en efecto, reune la doble particularidad de impulsar al hombre a actos que ignora e inspirarle pensamientos extraños a su alma propia. La superstición popular de los tiempos pasados explica igualmente por los demonios la epilepsia, las enfermedades mentales y, en ocasiones, el ensueño.

La doble personalidad de la psicología moderna del hipnotismo no es, pues, otra cosa, como se ve, que el resto atávico de las antiguas ideas de posesión. Pero ese lazo aparecerá más claro cuando se quiera aplicar la teoría a las cuestiones morales, especialmente a la teoría de la conciencia; pues aquí es, sobre todo, donde el segundo yo tendrá ocasión de revelarse bajo la forma de un demonio malo.

Hay dos autores, sobre todo, Bernheim y Moll, que, al ocuparse de estas cuestiones, han aplicado el análisis psicológico en la explicación, no de lo conocido por lo desconocido, como se ha practicado en las teorías específicamente hipnóticas que se han mencionado hasta aquí, sino de lo desconocido por lo conocido.

Si considero como insuficientes los ensayos dignos de elogios que han hecho para explicar los fenómenos, según su analogía con ciertos hechos de la conciencia en el estado de vigilia, no es menos verdad que considero como adquiridos dos puntos principales. Primeramente encuentro que, en esos pensadores, la explicación psicológica indica mejor las analogías de la hipnosis y de la vida en el estado de vigilia que da una interpretación real de los hechos, desde el punto de vista de esas analogías. Me parece después que, en los dos casos, se confunden puntos de vista heterogéneos. En Moll, la teoría de la doble conciencia, tan desgraciadamente adoptada por él, se combina como un elemento de perturbación y a veces de contradicción con las analogías, con gran frecuencia impresionantes, que indica (*). En Bernhein el esquema del hecho reflejo desempeña un papel idéntico. Cuando define el mecanismo de la sugestión como "una acentuación de la irritabilidad ideomotriz, ideosensitiva e ideosensorial de los reflejos", estas expresiones sin duda encierran al mismo tiempo la indicación de un defecto de conciencia normal y de voluntad normal; pero nada más dicen; y nada ganamos, cuando se trata de los síntomas positivos de la hipnosis, particularmente de la obediencia automática a una orden y de las alucinaciones sugeridas, subordinándolas al concepto de una acentuación de la irritabilidad refleja; no ganamos, digo, ni por la explicación psicológica, ni por la explicación fisiológica de los hechos (**).

(*) Moll, Der Hypnotismus.
(**) Bernhein, La sugestión y sus aplicaciones a la terapéutica.

Sin duda alguna, sería de la mayor importancia procurarse observaciones personales exactas, hechas en el estado hipnótico. Pero el camino que conduce ahí está lleno de obstáculos extraordinarios. El sueño hipnótico profundo hace, en general, la observación personal imposible a causa de la amnesia que reina en él. Hasta cuando se trata de la hipnosis ligera, que no excluye del todo la memoria, es difícil procurarse referencias de personas sinceras y habituadas a la observación psicológica. Es preciso que sepan estas personas que se las hipnotiza y el fin que se persigue; es necesario, por consiguiente, que tengan fe en la cosa. Pero estas son circunstancias que pueden impedir que la hipnosis se verifique, y siempre hacen más difícil el desarrollo de ciertos síntomas, como los de la obediencia automática y los de las alucinaciones en particular. He ahí porqué las observaciones personales "de hipnotizadores hipnotizados", tales como nos las da Forel, apenas si han procurado más que una simple comprobación acerca de lo que ya se podía deducir aproximadamente de la manera de ser general de las personas hipnotizadas. Forel nos ha reseñado, además, sobre una observación hecha con él mismo. Esta observación data del año 1878; pero hasta más tarde no la de-1 signó como un caso de autosugestión, cuando su atención, despertada cu 1880, se dirigió al hipnotismo.

De hecho, me parece que observaciones de ese género, cuando provienen de personas versadas en la psicología, tienen más valor que las observaciones personales hechas durante la hipnosis provocada intencionalmente, porque una gran parte de circunstancias perturbadoras, que entorpecen el camino de la observación personal hecha en una dirección determinada, faltan en el segundo caso. Séame, pues, permitido ligar a la discusión siguiente una observación personal que se refiere a un acontecimiento ocurrido hace muchos años, pero que al contrario de lo que suele ser habitual, ha permanecido fielmente en mi memoria, a causa de sus circunstancias particulares, hasta el punto de que casi puedo representarme ahora los detalles más nimios.

Durante el invierno de 1855-56, me hallaba como interno de la sección de mujeres, en la clínica de Heidelberg, dirigida entonces por mi venerado maestro M. Hasse. Durante un cierto lapso de tiempo, fui llamado casi todas las noches a la cabecera de personas peligrosamente enfermas. Muy fatigado por el sostenido trabajo del día, con frecuencia me ocurría vestirme medio dormido, visitar a mis enfermos y hacer las prescripciones necesarias, sin haberme despertado en el verdadero sentido de la expresión. Más maquinalmente que voluntariamente hacía aquello que exigían las circunstancias. Verdad es que de ordinario sólo se trataba de la prescripción corriente de calmantes u otros remedios sintomáticos. Una noche, pues, sucedió que fui llamado para una tísica que, sumida en un profundo delirio, molestaba a sus compañeras. Fui, en estado de vigilia aparente, a la cama de la enferma, pero en realidad me hallaba en un estado de somnolencia. Digo: en estado de vigilia aparente, porque conversé con la enfermera y otros enfermos, tal y como lo solía hacer cuando estaba despierto.

Sin embargo, por el recuerdo, me di cuenta de que no me había hecho cargo conscientemente de las cosas, no obstante haber dicho lo que convenía a la situación. Mis prescripciones eran precisamente la repetición de lo más corriente que se puede emplear en tales circunstancias. Como se trataba de administrar un calmante a la enferma, mis miradas se dirigieron por casualidad a un frasco de tintura de yodo, colocado en un armario entreabierto. Se encontraba allí porque se había utilizado para embadurnar a una persona atacada de una enfermedad de la piel. Al instante se me ocurrió que en aquellas circunstancias la tintura de yodo era el calmante exigido.

Ordené por lo tanto a la enfermera que me diese el frasco y una cuchara de café. Hice incorporar a la enferma, llené la cuchara y traté de hacerle tomar el contenido. Afortunadamente, la enferma tiró en seguida de la boca las pocas gotas que había tomado y rechazó el resto, lo cual me sorprendió mucho. Me acuerdo perfectamente de que en aquel momento yo sabía que era tintura de yodo, y que al mismo tiempo me hallaba firmemente convencido de que se trataba del remedio indicado para aquel caso. En realidad, en la práctica de la clínica, se acostumbraba administrar, en semejante ocasión, una cucharada de opio azafránico (Landanum líquidum Sidenhan) cuyo color se parece mucho al de la tintura de yodo. Sin embargo, no se trataba de una equivocación. Sabía perfectamente que en el lugar indicado sólo había tintura de yodo y que el remedio ' administrado era dicha tintina. Pero con la misma convicción, había yo trasladado al yodo todas las propiedades del láudano, y olvidado de un modo absoluto las que realmente pertenecen a aquél. La misma sorpresa de la enfermera no podía sacarme del error en aquel momento. Hasta que regresé a mi cuarto no se aclararon las cosas en mi inteligencia.

Me desperté completamente y comprendí en seguida que había obrado en una especie de sonambulismo. Espantado ante la idea de que había puesto en peligro a la enferma, desperté al interno auxiliar y por la mañana di parte de la ocurrencia a nuestro profesor. No me tranquilicé hasta que los sucesos ulteriores no me probaron que mis temores no tenían fundamento. Mas las preocupaciones de aquellos días me han dejado una impresión tan profunda, que los hechos de la tal noche se han grabado en mi memoria con una fuerza poco común, hasta el punto de que creo acordarme todavía claramente del estado de mi conciencia durante el casi sueño sonambúlico.

Si, como después lo he hecho con frecuencia, trato de representarme el estado en que me encontraba en el momento de obrar, me parece que percibía exactamente las impresiones visuales y auditivas, pero no como en el estado normal. Los objetos me parecían más alejados que de ordinario y las palabras oídas me parecía también que venían de más lejos. Se unía a esto un cierto sentimiento de torpeza del sensorio, con alguna analogía vaga con el que se puede observar en el estado que precede inmediatamente al síncope. Con ese sentimiento de torpor, el estado permanecía, sin embargo, en el mismo grado y hacía posibles la percepción y la acción, como puede ocurrir, por lo demás, en el estado de síncope durante un cierto lapso de tiempo. He comprobado muchas veces el hecho, permaneciendo en habitaciones calientes y mal ventiladas: el ligero ataque del mal desaparecía rápidamente así que salía al aire libre. En este caso se observa el fenómeno de que los objetos parecen alejarse y que las palabras pronunciadas parecen venir de lejos.

Este estado tiene alguna analogía también con el sonambulismo, la tiene en que la reflexión se disminuye: se puede tomar, hasta cierto punto, parte en una conversación, pero sólo se dispone de los pensamientos y las palabras que responden a las asociaciones de ideas más próximas y más habituales. Esta es la razón porqué en tales circunstancias se dan contestaciones absurdas o sin coherencia. Los narcóticos, en un cierto período de su acción producen consecuencias psíquicas análogas, las cuales se complican todavía con efectos secundarios, que difieren según la naturaleza del narcótico.

Opino, pues, que no se me contradirá si tomo el estado que acabo de describir como un grado inferior del sonambulismo espontáneo. Como un grado inferior, porque Je faltaba el carácter de la amnesia que sucede siempre al sueño sonambúlico profundo; como un estado de sonambulismo, porque estaba visiblemente acompañado de un estado de ensueño que, visto del interior, daba a los actos el carácter de los realizados en estado de vigilia, como se comprueba en el caso del sonambulismo espontáneo y artificial. Lo que hace de ese estado algo análogo al sueño, son ante todo las condiciones subjetivas particulares en las cuales ocurrió la confusión del frasco de yodo con el de láudano. Confusiones de este género entre las representaciones ocurren a cada paso, como se sabe, en el ensueño, y nunca en el estado de vigilia reflexivo. En la terminología del hipnotismo, se podría, sin más, llamar a este hecho un caso bien marcado de "autosugestión". Pero en seguida se ve lo poco que añade esa palabra a la explicación real. Lo que me interesa es, no que yo me haya sugerido que el yodo es un calmante, sino porqué me formé esa idea; y la frase autosugestión nada me dice respecto a esto.

Precisamente, en el caso presente, los motivos de mi representación son tan claros que la duda es apenas posible. Se ve netamente que aquí se trata de dos asociaciones cruzadas: el frasco, su contenido obscuro y el conocido conjunto, despertaron la idea familiar de la tintura de yodo; al mismo tiempo evocaron la idea del láudano con su propiedad calmante. Pero de los elementos de esas dos representaciones no ascendió a la conciencia netamente, más que, del primer grupo, el nombre de "tintura de yodo", del segundo la idea de "calmante" ambas ligadas a la percepción de un líquido obscuro en un frasco de cristal. Esta ligazón se convierte también en una prueba convincente del principio que he adelantado en otra parte, y que dice que jamás representaciones diversas se unen como tales entre sí, sino que lo que se une son los elementos tomados a representaciones diversas.

Todos los ejemplos que la literatura se complace en considerar como casos de la llamada "autosugestión" dejan ver claramente que están condicionados, de un modo análogo, por asociaciones determinadas. Pero no se podría poner esos ejemplos en el número de las sugestiones reales y colocarlos con una misma denominación con aquellos que se verifican durante la hipnosis, sino hasta el punto en que una ligazón de representaciones, accidental o voluntaria, fuera capaz de detener otras asociaciones antagonistas y razonamientos reflexivos, como esto ha concurrido en el caso citado más arriba. De este modo es como, según opino, se puede muy bien, con Moll y otros, considerar como "autosugestiones del estado de vigilia", la llamada agorofobia, las parálisis histéricas y las perturbaciones análogas que reposan en "la imaginación". En todos estos casos, el punto de partida de las perturbaciones es una asociación que puede también presentarse en la conciencia normal de un modo accidental y pasajero.

Mas esta asociación no se convierte en sugestión, sino en el momento en que se apodera también de la conciencia que toma a sus ojos el carácter de la realidad. Así es como en la agorofobia, por ejemplo, el sentimiento de opresión que se apodera de las personas de buena salud cuando atraviesan por un lugar abierto, se cambia en un sentimiento de terror acompañado de la idea de que atravesar el lugar es imposible, igual que, en el ejemplo citado, la asociación fugitiva, desde luego, de la tintura de yodo y del láudano, se trocó en una ligazón sólida de las dos.

En el conjunto de los fenómenos hipnóticos, autosugestiones de este género se presentan sobre todo como medios de hipnotización en las personas muy excita-bles y que han sido con frecuencia hipnotizadas, pueden caer, estas personas, en estado de hipnosis, por ejemplo, por la fijeza de la mirada en un objeto brillante, por la audición del tic tac regular de un reloj o hasta por la simple idea del sueño hipnótico.

Forel dice que entregó en cierta ocasión un retrato suyo a un sujeto femenino, que él únicamente podía hipnotizar, y que el tal sujeto, durante un viaje a América, llegaba a ponerse en estado hipnótico con sólo contemplar el retrato. En todos esos casos nos encontramos en presencia del hecho esencial para que la sugestión produzca su efecto, de que la conciencia se concentra en una asociación bien determinada, la cual encierra precisamente, en estos últimos ejemplos, la hipnosis misma como una parte del todo. Es muy posible que el sueño ordinario repose a veces también sobre una autosugestión o que al menos ésta desempeñe algún papel. En cambio se ha ido muy lejos cuando se ha dado la autosugestión como causa regular o única del sueño, como sucede en la psicología del hipnotismo, en la que se ve todo por el ángulo visual de la sugestión.

Pero se tiene aún menos derecho a considerar como efectos de una "autosugestión" todos los fenómenos que se atribuían antes a "la imaginación" como, por ejemplo, el hecho de que el tartamudo tartamudee más cuando trata de no hacerlo, o que la persona que desea no enrojecer lance con mayor fuerza la sangre a su rostro, o que en fin se pueda, a voluntad, oir todo género de melodías en el ruido de una rueda o de una muela de molino. Carece de sentido el querer colocar entre las sugestiones los fenómenos que van de la asociación y de la asimilación normales hasta la ilusión más o menos fantástica y a los errores de los sentidos, y cambiar el término sugestión en una idea universal que, por lo mismo que debe significarlo todo, en realidad nada significa. La palabra "sugestión" no explica nada en suma.

Unicamente toma un valor psicológico cuando , se indican los procesos psicológicos elementales que se trata de denominar y unir de una manera particular con esa palabra. Por lo tanto, si tomamos como punto de partida el hecho que trae consigo inmediatamente el estado hipnótico, y luego los actos y los fenómenos sensoriales que se manifiestan en él y difieren de los del estado de vigilia, podremos siempre agregar la sugestión a las asociaciones que se apoderan de un modo tal de la conciencia que las ligazones psíquicas antagonistas quedan sin efecto. En otros términos diría, que la sugestión es una asociación acompañada de una concentración de la conciencia sobre las representaciones engendradas por la asociación. He aquí porqué una percepción sensible ordinaria no es ni una sugestión, considerándola de cerca, ni una ilusión que sobreviene en condiciones normales o la asimilación ilusoria, provocada arbitrariamente, de las impresiones ópticas o acústicas, como son por ejemplo, las de una nube y de un animal, del ruido de un coche y de una melodía. Todos esos fenómenos tienen de común con la sugestión la asociación fundamental, y pueden por consiguiente encontrarse natural o incidentalmente en contacto más o menos directo con ella. Pero lo que les falta, es esa concentración de la conciencia que hace únicamente posibles los efectos propios de la sugestión, sin los cuales ésta no existiría como idea particular.

La sugestión ordinaria o la "sugestión extraña", como se la llama para distinguirla de la autosugestión de que hemos hablado en páginas anteriores, responde en absoluto a esta condición. También lleva consigo la entrada en juego de un estado hipnótico y provocado durante ese estado, de representaciones que son consideradas como realidades y actos que consisten en la ejecución irresistible de órdenes dadas. Unas y otras sólo pueden verificarse gracias a las asociaciones. Pero para que éstas produzcan ese efecto, es preciso que la conciencia se concentre en esas asociaciones y sus consecuencias inmediatas. La palabra "duerme", con la cual el hipnotizador duerme casi instantáneamente a una persona ejercitada en la cosa, evoca en todo individuo la asociación del estado de sueño con las impresiones concomitantes del torpor de los miembros, de la oclusión de las pupilas, de la detención de las ideas y del sentimiento. Por la conciencia normal, esta asociación desaparece como un soplo fugitivo, y la orden pasa sin producir efecto. Otra cosa ocurre con aquél en el que la conciencia se encuentra completatnente invadida por la asociación evocada. En éste, la asociación de la palabra "sueño" y de las impresiones conformes que acompañan a la hipnosis se convierte en una "sugestión", es decir que esta asociación sólo obra en la conciencia, y que la misma hipnosis sobreviene necesariamente con las impresiones desprendidas. De este modo se explica fácilmente la acción de impresiones sensoriales conformes que apoya, que hasta lleva consigo en ciertas circunstancias la hipnosis.

Como esas impresiones en sí y por sí engendran ya la reducción necesaria del campo de la conciencia, facilitan el camino a la acción de una orden sugerida.

Luego, las condiciones que hacen posible la sugestión, causa del estado hipnótico, conservan igualmente una influencia en las sugestiones practicadas durante ese estado. Pero aquí el efecto es tanto más seguro si la reducción necesaria del campo de la conciencia existe ya, y esto, con más frecuencia, en la dirección en que debe obrar la sugestión, dado que la persona que provoca la hipnosis haga de ordinario las nuevas sugestiones. Cada una de éstas concentra, pues, más la conciencia en el nuevo contenido de las representaciones sugeridas. Pero la producción de las representaciones es en la hipnosis lo que es en la conciencia normal: en una como en otra, la asociación sigue las mismas leyes elementales de la ligazón. Mas la manera como las asociaciones determinan las representaciones y los actos es particular a la hipnosis, o sólo se pueden encontrar en ciertos estados análogos, como el ensueño y muchas perturbaciones mentales.

Para contestar a la cuestión puesta más arriba, nos es preciso volver sobre el estado de conciencia que acompaña a los fenómenos positivos de la hipnosis, tal como nos los ofrece la observación personal practicada, en casos muy raros, durante la hipnosis o en los casos análogos de sonambulismo espontáneo. El síntoma que se presenta primeramente es, como se ve, el de una sensibilidad menos grande con respecto a las impresiones cualesquiera que sean, no siendo del dominio de las representaciones evocadas por la autosugestión o la sugestión extraña. Sin duda, la sensibilidad menor de la epidermis con respecto a las impresiones dolorosas, hecho comprobable objetivamente, nos revela ya ese síntoma; pero por este último también es preciso explicar el fenómeno en virtud del que, las sílabas oídas parecen venir de lejos y los objetos vistos parecen proyectados a grandes distancias. Es necesario, sin duda alguna, tener en cuenta igualmente el apoyo que nos ofrece el cloroformo o los narcóticos, apoyo comprobado por la experiencia: estos medios no aceleran los síntomas positivos de la hipnosis, pero ayudan a la aparición de la condición negativa indispensable de una menor sensibilidad Con respecto a las otras impresiones. Seguramente, no ha de ser la narcosis absoluta, sino que por el contrario ha de quedar bastante receptividad para que se puedan practicar excitaciones determinadas, capaces de obrar sobre la conciencia gracias a las asociaciones apropiadas.

Entre la narcosis profunda que destruye el estado hipnótico y la narcosis ligera que la facilita, existe aquí una diferencia análoga a la que se comprueba entre el estado de somnolencia que introduce regularmente la hipnosis, y el sueño real durante el cual, sin duda, la hipnosis puede verificarse en ocasiones, pero en la que, en semejante caso, desaparecen al mismo tiempo los síntomas positivos que la caracterizan.

Según esto, si el lado negativo de la hipnosis tiene por próximo vecino al sueño, el lado positivo tiene al ensueño por vecino inmediato. Realmente la diferencia principal entre el ensueño y la conciencia en estado de vigilia, reposa visiblemente en las mismas condiciones. Es más que probable que todas las representaciones del ensueño provengan de excitaciones sensoriales, ya se formen éstas en el interior o ya nazcan en el organismo mismo, así en los órganos sensoriales periféricos, como en las vías que conducen a los centros sensoriales o quizás en esos mismos centros. Como, durante el sueño, la irritabilidad general de los centros sensoriales es aminorada, toda impresión que se produce se asimila, sin más, según las leyes generales que rigen el modo de percepción de las excitaciones sensoriales. La representación, nacida de esta manera, evoca por asociación aquéllas que están con ella en relación externa e interna, hasta que la casualidad introduzca alguna excitación nueva y lance las asociaciones que nacieran en la primera serie, o que abola ésta, a causa de la excesiva diferencia de naturaleza de dos excitaciones, para dar origen a una nueva cadena de representaciones. La extrañeza del hecho no se revela en la parte positiva, en la aparición y el desarrollo de las representaciones en que todavía no obran más que las leyes de la conciencia normal, sino en su parte negativa, en la carencia de otras formas psíquicas, capaces de luchar contra el juego de las asociaciones introducidas en un punto único. De ahí es de donde viene directamente ese abandono de la conciencia, durante el sueño, en las representaciones suscitadas. Estas pasan por realidades vividas, y lo que falta, no es sólo la reflexión normal, sino también, hecha abstracción de algunos casos excepcionales casi fugitivos, la conciencia de los hechos psíquicos internos como tales. Durante el ensueño, jamás se cree obrar bajo el imperio de la memoria y de la fantasía, porque toda imagen del recuerdo y de la fantasía es considerada, sin más, como objetivamente real. La objetivación de las representaciones, que nace así de la concentración de la conciencia sobre las asociaciones directamente ligadas a las impresiones sensoriales, recibe todavía un apoyo muy particular del hecho, en virtud del cual, por oposición a la disminución general de la irritabilidad, las excitaciones que resultan eficaces traen consigo una reacción más fuerte. La representación que proviene de una asimilación de la excitación tiene el carácter de una ilusión fantástica, las que provienen de otras asociaciones sucesivas son alucinaciones. Es posible darse cuenta de que no se trata aquí de una falsa intensidad de impresión que sobreañadiría, más tarde, una ilusión del recuerdo de las representaciones del ensueño, examinando los casos en que una excitación asimilada, que se encuentra fantásticamente exagerada en el ensueño, conduce al despertar y le sobrevive todavía algún tiempo. Si, durante el sueño, por ejemplo, se han oído los golpes dados a la puerta de la alcoba como el estampido de un cañón, la impresión de una intensidad aminorada es tan notable, después de despertar en sobresalto, que apenas se cree, en el primer momento, seguir oyendo el mismo ruido. Me ha sido dado observar un hecho idéntico cada vez que una posición incómoda del cuerpo, por ejemplo, la torcedura de un brazo acompañada de una sensación de compresión, se transformaba en una representación del sueño. En esos casos, cuando más rápido era el despertar, más notable era la disminución brusca de la intensidad de la impresión.

Es plausible que, para esos fenómenos, sea preciso buscar inmediatamente una causa fisiológica o cuando menos una ligazón directa de la interpretación psicológica y de la interpretación fisiológica. El aumento y la disminución de la irritabilidad son, en efecto, nociones psicológicas que permiten asegurar una excitación externa sin la cual nos es imposible evacuar el grado de la irritabilidad. Por lo tanto, se pueden imaginar dos modificaciones fisiológicas, en las que se encontrará la causa de esta irritabilidad acentuada en un punto único. Se podría admitir primeramente que la irritabilidad acentuada de los centros sensoriales es la consecuencia de las modificaciones de la circulación cerebral, que sobreviene durante el sueño, a consecuencia de la modificación de la energía del pulso y de la respiración, y de la contracción de los vasos vasomotores del cerebro. Después se podría admitir que la disminución de la irritabilidad general, cuyo correlativo psíquico es la ausencia de conciencia o cuando menos su concentración en un solo punto, tiene por consecuencia una irritabilidad acentuada en las partes puestas en conmoción por una excitación de una eficacia particular, siendo esta irritabilidad una especie de reacción compensadora.

Primitivamente, arrastrado por el hecho de las modificaciones observadas, durante el sueño, en la circulación cerebral, llegué a admitir la primera de esas opiniones (*); pero una más justa apreciación de las condiciones psicológicas concomitantes, así como la analogía que existe entre el sueño y los estados hipnóticos, me condujo a admitir que la segunda opinión cuando menos debe conservar su valor al lado de la primera, y hasta que es preciso darle primacía y considerar la modificación general de la circulación como un momento favorable. Dado que la sensibilidad general menor en las excitaciones sensoriales y en las impresiones motrices centrales, la cual ya se manifiesta al principio del sueño, aumenta después de su establecimiento completo y se acentúa con él, no es inverosímil que la anemia cerebral, particular al sueño, esté ligada en sí y por sí a una disminución de la irritabilidad de todos los centros. Pero es probable que esta irritabilidad, en virtud de una fuerza propia, no pueda descender de un cierto nivel, puesto que los centros cardíacos y respiratorios en particular se encuentran excitados en los grados superiores de la anemia. Si, por una parte, el sueño se encuentra mantenido así a una profundidad conveniente, se hace posible, por otra parte, que la acumulación de nuevas energías en la masa nerviosa engendre, a consecuencia del reposo, un aumento de la irritabilidad, aumento que Combate la disminución de la excitación producida por la anemia cerebral y trae finalmente el despertar.

(*) Psicología fisiológica.

Al lado de esas influencias que obran sobre el órgano central todo entero, es necesario que señalemos otras a las cuales se encuentran expuestas las diferentes regiones del cerebro, según las excitaciones que les lleguen. Si el órgano central, atacado de sueño, experimenta una excitación practicada sobre un centro sensorial cualquiera, esta excitación queda sin efecto, o bien, cuando este no es el caso, produce un efecto especialmente más pequeño que no lo baria en el estado normal, es decir que no estimula más que las partes que se encuentran en una relación favorable con los elementos directamente excitados, sea en virtud del ejercicio, sea en virtud de una disposición momentánea. Así es como se encuentra el lado fisiológico de esta concentración de la conciencia que se halla siempre ligada a las asociaciones del ensueño. Pero a esto se agrega un segundo término. Ya en la conciencia en el estado de vigilia, todos los elementos del recuerdo, evocados por la excitación sensorial externa, no se distinguen por esa sensibilidad de menor grado que caracteriza en general a las imágenes del recuerdo. En los casos de asociaciones simultáneas, los diferentes elementos del total, elementos directos o reproducidos, pueden ser de la misma fuerza.

Sobre esto reposa precisamente la importancia de las asimilaciones, en los casos de percepciones normales, y, con el mismo título, el hecho de que las ilusiones normales y fantásticas no están netamente delimitadas. Unicamente las asociaciones sucesivas o los hechos de memoria, propiamente dichos, se pierden insensiblemente en imágenes pálidas y confusas, particularmente cuando se trata del sentido de la visión; y, sin más, distinguimos por ese signo, esas imágenes de las percepciones inmediatas.

Sin embargo, se puede notar que las cosas cambian en la mayor parte de las personas, cuando se entregan, en la obscuridad o con los ojos cerrados, a evocar las imágenes del recuerdo. Eos tonos de esas imágenes en particular se hacen, en esos casos, mucho más intensas. Su debilidad ordinaria se explica en parte por el hecho de que las impresiones luminosas del ojo despierto luchan contra ellas. En el estado de sonambulismo, se ha comprobado también con frecuencia, al abrir los párpados, una desaparición análoga de las alucinaciones sugeridas durante su oclusión (*). Pero que el obscurecimiento del campo visual y el retroceso de las otras excitaciones sensoriales que le acompaña casi siempre, favorezcan o no el carácter alucinatorio de las representaciones del recuerdo, no por eso lo explican; sin lo que la diferencia que siempre se encuentra entre el ensueño y un estado de vigilia capaz de dejar apartadas la mayor parte de las excitaciones sensoriales externas, no podría existir. Sin embargo esta diferencia existe, lo mismo que los grados señalados en la intensidad de una excitación en el momento que procede al despertar y al que le sigue.

(*) Bernhein, La Sugestión y sus aplicaciones a la terapéutica.

Parece pues urgente invocar aquí un principio de balance funcional, del que ya se hallan indicios en el estado de conciencia normal, pero que adquiere una importancia mucho mayor, seguramente, en las relaciones anormales del ensueño y de la hipnosis. Este principio lo podemos formular del modo siguiente: Si, a consecuencia de influencias inhibitorias, una gran parle del organo central se encuentra en un estado de detención, de latencia funcional, la irritabilidad de la parte que permanece en función aumenta con relación a la excitación que recibe. Es probable que este aumento sea tanto mayor, cuanto menos consumidas hayan sido las fuerzas, que existen en general en el estado latente, por fatigas anteriores. Como base psicológica de este principio, se puede admitir una acción recíproca doble, una acción neurodinámica y una acción vasomotriz.

Es probable, primeramente, que el efecto funcional anunciado por el principio sea producido por una acción recíproca, directa y neurodinámica. Dados los casos múltiples que existen entre los elementos nerviosos del órgano central, es comprensible, y los fenómenos lo hacen concebible, que la irritabilidad de un elemento central no depende tan sólo del estado en que se encuentra en el momento de la excitación, sino también del estado de los otros elementos que están cu relación con él. La dependencia es tal, que la excitación que llega a los elementos próximos disminuye en general su propia irritabilidad, y que, por el contrario," el estado de detención o latente de las fuerzas, en los elementos cercanos, favorece, gracias a las partes excitadas, una descarga de energía. El hecho conocido de que toda actividad cerebral en tensión exclusiva disminuye la irritabilidad de todas las otras partes del cerebro, parece corroborar directamente esta opinión, cuya explicación mecánica evoca la idea de diferentes arreglos de dinámica de los elementos centrales. Séame permitido remitir al lector a las ideas que he desarrollado en otros libros en mí hipótesis sobre el mecanismo de la inervación central.

Nos falta aún, hecha abstracción de su influencia nutritiva que se relaciona con este punto, ver en las células ganglionares verdaderos laboratorios químicos donde se acumula constantemente la energía latente, y donde, además, las excitaciones de las fibras nerviosas ponen en libertad, en ciertas condiciones, una energía actual que, á su vez, se transmite a las fibras nerviosas aferentes. Los hechos de acumulación y desprendimiento de energía son al mismo tiempo, según toda probabilidad, atribuibles, bajo la relación anatómica, a diferentes regiones de la célula (*). Pero como la acumulación de energía es continua, como su libertad no es más que un proceso temporal, ocasionado por la acción de las fuerzas desprendentes, pasará en general, durante el sueño, una cantidad inusitada de energía latente a los elementos centrales, a consecuencia del reposo funcional particular del sueño.

(*) Me permito, en esta ocasión, hacer observar que las consecuencias a que he llegado, por la vía de la fisiología pura, en el escrito aparecido en 1876 y mencionado más arriba, están en perfecto acuerdo con los resultados de investigaciones anatómicas recientísimas, especialmente con las de los trabajos de Ramón y Cajal y de Kolliker, y que este acuerdo se extiende hasta las relaciones de los ejes y del protoplasma de las células con su poder conductor.

Sin embargo, como lo demuestran las perturbaciones nutritivas, que producen igualmente la sección de los nervios como la de los ganglios, las fibras nerviosas no son simplemente órganos conductores con respecto a las excitaciones, sino que realizan al mismo tiempo la función de canales nutritivos de los nervios, en los cuales las substancias que acarrean la energía latente recorren lentamente las regiones conexas del sistema nervioso central, tan bien que puede existir de este modo una especie de distribución constante y compensadora de las fuerzas disponibles. Según los principios que se aplican de un modo general a este sistema de elementos que luchan por el equilibrio, los hechos de distribución compensadora serán tales que el empleo de las fuerzas en un punto determinado traerá consigo un aporte más considerable de tensión de todos los puntos vecinos. La energía desprendida, durante el sueño, en los elementos centrales, debe, pues, ser la expresión de una irritabilidad acentuada, en parte por las fuerzas actuales, acumuladas en los elementos mismos, en parte por el aporte más considerable de las fuerzas de la parte de otros elementos en reposo.

El efecto producido en la vía neurodinámica se encuentra aumentado todavía por una acción recíproca vaso-motriz. La experiencia, con efecto, nos muestra entre la inervación vascular y la función de los órganos una correlación tal que el aumento de la función trae consigo una dilatación de los vasos y un aflujo sanguíneo más considerable, y que una disminución de la función tiene por consecuencia una contracción de los vasos y una detención del aflujo sanguíneo. En los órganos complejos como el cerebro, esta distribución de la circulación según las necesidades locales es siempre el exceso comprobado que en una región determinada proviene de una disminución del aflujo en otra región, que funciona poco o nada. De conformidad con esto, el exceso sanguíneo que la dilatación de los vasos provoca en las partes en función es tanto mayor cuanto más contraídos están los vasos de las otras partes en sí y por sí por su reposo funcional. Se podría objetar que esta compensación vaso-motriz hace superfina la compensación neurodinámica que acabo de indicar, y recíprocamente, que por lo tanto es más sencillo aceptar tan sólo una de las dos. Pero es preciso observar que, en órganos y funciones tan complejas, no es lo más sencillo lo más verisímil. En el caso presente, por lo demás, la opinión que parece más sencilla no lo es en realidad. Es claro, en efecto, que la compensación vaso-motriz no es más que un caso especial de la compensación neurodinámica, puesto que la primera supone entre los centros nerviosos vaso-motores relaciones perfectamente idénticas a las que es necesario, en general, admitir, en virtud de la segunda, entre los centros en relación funcional. Si se admite, pues, la compensación vaso-motriz, se admite por lo tanto en sí y por sí la compensación neurodinámica, y no hay razón para limitar ésta a los centros nerviosos de los vasos. Si, inversamente, se acepta la compensación neurodinámica con la significación más amplia, la compensación vaso-motriz se encuentra introducida también; la observación, por otra parte, nos ofrece pruebas numerosas. Por otro lado, es plausible que esas dos relaciones funcionales compensadoras puedan prestarle un mutuo apoyo. Si la acción recíproca, directa y neurodinámica del conjunto de los funciones centrales aumenta la irritabilidad de un grupo determinado de elementos, inmediatamente, en virtud de la ley general de la reacción de la función sobre la inervación vasomotriz, el aflujo sanguíneo hacia lo



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Title: Book Title : HIPNOTISMO Y SUGESTION - W.WUNDT

Este livre es parte de un projecto scientifico de descubrimiento de l'hipnotismo.

Nosotros somos tambien los diffusores del "Mesmerismus®", una disciplina que tiene un doble fin:  el primero es el de desarrollar una de las cualidades  más importantes y deseables que existen en el mundo: el " magnetismo personal.
El segundo es permitir un verdadero crecimiento interior, mediante un camino que  lleva a descubrir vida y energía al interior de nosotros mismos.
Se trata de ejercicios que constituyen un vestigio de una ciencia milenaria y convalidados por nuestra experiencia.

Nuestra escuela  ha llevado a cabo investigaciones extensas y profundas sobre el tema.
Se trata de técnicas muy simples pero de increible poder.
Abundan muchas obras sobre el magnetismo personal, pero ninguna de estas captura la esencia del  fenomeno: cada una  describe una parte.

Breve mirada a la historia del  magnetismo y del  Mesmerismus®

En la misma historia de la humanidad es evidente que existe una fuerza que se puede manifestar y a través de la cual el hombre puede desarrollar un poder.
El concepto de encanto que se manifiesta a través de la mirada es con certeza el origen del mito de la Medusa de los antiguos griegos, el ser mitológico en capacidad de petrificar a quien  lo observaba.

También en esas epocas lejanas, el historiador  Plinio, en el  7° libro Naturalis Historiae relata como en el África, en Escitia y en  en Iliria existían familias que seducían los ojos de quienes las miraban, lo que en aquellos tiempos se pensaba que se debía  a una naturaleza maligna o a cualquier otra causa más oculta.

También los romanos cuentan sobre fenomenos magnéticos: no atribuidos a otra cosa que al  poder del magnetismo, que ejerce un individuo sobre otro, debemos mencionar el caso de  la así llamada leyenda de Cimbro, que, enviado a matar a  Mario en la prisión,  quedó paralizado ante la mirada y la voz del romano.

Dichos fenomenos también se mencionan a lo largo de todo el   medievo europeo y son el origen de los relatos fantásticos de encantamientos y magos.

Olao Magno, Del Rio, Leonardo, Vairo, Tommaso Garzoni da Bagnocavallo, G.B. della Porta, Pietro Garsi, y muchos más, que vivieron entre los siglos XVI y  XVII, hablan todos de sucesos que pueden estar facimente relacionados con la influencia magnética.

También muchas escuelas secretas y esotéricas existentes en la actualidad engloban en su interior conceptos de origen magnético.

También en el Yoga, en el Zen estan  presentes los conceptos magnéticos. Se trata, en efecto, de una escuela milenaria que por muchos aspectos sus enseñanzas han sido mantenidas en secreto y transmitidas oralmente a los iniciados.

Para un acercamiento de occidente a parte de esta y para que sea comprendida  facilmente por la mentalidad  moderna es necesario esperar hasta 1800.

En 1800 una parte de la antigua teoría magnética se enfrenta con el espíritu científico despues de que Franz Anton Mesmer, en el siglo precedente, había divulgado una parte de esta doctrina, de la que el aprendió sus principios prácticos al frecuentar algunos religiosos y varios círculos esotéricos.  

Por consiguiente existen varios estudios sobre el concepto del  magnetismo, la mayor parte en francés, publicados a comienzos del siglo (recomendamos el de  H. Durville del que nuestra escuela puede suministrar una copia electrónica digitalizada).
Posteriormente, la implantación de  la psicología tradicional ha conducido a la comunidad científica en otras direcciones.

Incluso con frecuencia se considera a los magnetizadores como como los precursores que ocasionaron  fenomenos  sin recibir una atención seria; para muchos solo la  psicología clínica del siglo XX fue la que planteó una propuesta crítica, interpretativa y seria de los  fenomenos producidos por estos.

Esta idea difusa no tiene bases sobre las que regirse, porque el magnetismo es  al contrario una tradición muy antigua que perdura desde el inicio de los tiempos. .
Algunos magnetizadores de todas formas, incluso sin haber  tenido éxito en algunas ocasiones, e incluso en la tradición secreta más profunda,  han  analizado  con espíritu científico lo que obtenían.  
Como testimonio de eso existe un amplio número de textos críticos y de explicación de los acontecimientos que  producían y observaban , aunque esta toma de conciencia se expresa mediante  un lenguaje específico.

El profesor Meheust (investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica-CNRS), un historiador que ha analizado atentamente el fenomeno dice expresamente “Historicamente  la corriente magnetista era no solo un espacio de descubrimiento, era también un espacio de debate: un lugar donde se reflexionaba, al contacto con estos hechos, sobre los puntos de vista alternativos respecto a la naturaleza de la objetividad, los métodos de objetivación de los que podían ser objeto los fenomenos magnéticos, los juegos de poder al interior de la ciencia, el movimiento de las ideas.

El mundo del magnetismo disponía de muchas revistas donde los investigadores confrontaban y exponían sus puntos de vista; y sobretodo es sobre estas revistas que se han desarrollado las discusiones sobre la naturaleza del sonambulismo y es aquí donde se han desarrollado las críticas e ideas no expuestas en los libros.

Cuando los historiadores examinan el magnetismo bajo el  ángulo retrospectivo del psicoanálisis, de la psiquiatría o de las neurociencias toda esta riqueza se elimina.

La aceptación del concepto de magnetismo personal en sí, y sin observarlo a través de la lente de otras disciplinas constituye un profundo enriquecimiento.

En la actualidad solo pocas personas conocen a fondo  esta disciplina más simple, entre otras cosas,  en la práctica que muchas otras creadas sucesivamente y que incluso incorporan unas partes.

Sin embargo las ventajas son tantas: en la vida, en las relaciones, en la terapia, ya que una mayor eficiencia personal es la clave misma del éxito

El profesor Rolland, cuyo padre había escrito entre otras cosas una un pequeño libro al respecto, de la que se han incluido algunos trozos en este libro, nos ha ayudado a entender que era en realidad esta materia.

Además de basarnos en el método transmitido por Rolland, compuesto por  una serie de ejercicios incluso más amplios que los indicados en esta libro, hemos consultado libros tanto  antiguos como modernos y buscado por todas partes personas que se considerasen expertas en la materia , para  comparar y tratar de comprender lo que realmente hay detras de esas palabras.

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